Candy

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—A ver cabrones ¿Ya saben todos que van a hacer?

Eran las diez de la noche, Todos estaban reunidos en la casa de Wade y sus otros dos amigos marihuanos. Peter estaba ahí gracias a la excusa de que esa noche iba a dormir con Ned, premio doble, porque se iba a dormir con Wade. Bueno, dormir entre comillas, porque ya habían hablado y Wade le había prometido que ahora sí iban a intercambiar roles y le iba a tocar sentir a mini (no tan mini) Wade.

—Simón

—Pues sí wey, no mames

—Aja

—Me quiero ir a mi casa —. Susurró Peter, porque la neta ya estaba seguro de que iba a valer verga. Aunque sabía que no se iba a ir, necesitaba el dinero para su futuro sobrino o sobrina.

—No sea miedoso, aguántese y aprenda a ser hombre —. Le dijo el Mysterio, y para amarrar que Peter no rajara, dijo las palabras mágicas —. Culo si no.

Para las 11 de la noche, Peter estaba junto al Mysterio, sentado enfrente de la casa del wey al que sus amigos pensaban robarle. La idea era que ellos dos se quedaran vigilando, y de ser necesario, entretuvieran al ex luchador si llegaba antes. Peter estaba ahí tratando de hacer como que no se estaba cagando de miedo, el Mysterio vio al morrito tan mal que hasta firmó mentalmente un tratado de paz y le empezó a platicar al morro lo que pinches fuera con tal de distraerlo.

Mientras tanto, en la casa abandonada que estaba atrás de la casa que pensaban robar, Scott encendió un churro de mota, le dio un toque y se lo pasó a Quill, quien repitió la acción y se lo pasó a Wade.

—Tu chingate lo que queda, que tu chamba está más cabrona.

Wade se le quedó viendo al porro y después a sus compas —. Al chile ya no quiero andar de matón de nadie. Lo del vato ese fue por lo que lo que me hizo.

—Ándale pues, pero ahorita ya sabes que pedo —. Dijo Scott ignorando monumentalmente lo que Wade estaba diciendo.

Cuando Wade se acabó el porro, los tres se saltaron la barda que daba al patio ¡Gracias a Odín que no tenía cachos de botellas rotas! Scott, como el chingón que era abrió la puerta sin mucho pedo. Apenas entrar el Wade se fue a esconder. Un paliacate le cubría la mitad de la cara, la pistola la tenía ya preparada en la mano derecha. Al chile no quería tener ese trabajo. Prometió a la única Santa en la que creía que, si no había pedo, dejaba eso, y lo juraba por su jefecita. Mientras, el Scott y el Quill en chinga se fueron a ver con qué podían llenar las tres mochilas que llevaban.

Al chile la vida era ojete -o chance buena onda si lo tomaban desde otra perspectiva- porque justo a ese día, al Bruno se le ocurrió regresar temprano. Cuando lo vieron aparecer por la esquina, al Peter casi le da un infarto a la verga. Agarró su celular y en chinga le escribió al Wade que se salieran a la voz de ya.

El Quentin, por su parte, y como el chingón que era cuando se trataba de distraer, se cercó al vato con una cara de estar bien pinche emocionado. Algo así como si frente a él tuvieras a Jake Gyllenhaall —. ¿Usted es el Hulk? —. Sepa la chingada de donde, sacó una pluma y una libretita.

El hombre se detuvo antes de abrir la puerta de su casa — Sí, soy yo. Aunque ya nadie me dice así —. El hombre, a apreciación de Peter, se veía nervioso, como si no le gustara ser abordado por "fans".

—No entiendo por qué. Yo seguí su carrera, usted era de los grandes.

Mientras el Quentin seguía lamiéndole los huevos a un wey que sólo había googleado, el Wade y el Quill neta estaban intentando huir a la verga. Pero Scott, tan optimista como era siempre, seguía buscando que llevarse pa' vender y pagarle a un pollero que lo llevara al otro lado y poder ir por su hija. La neta es que estaba medio enojado porque el cabrón no tenía mucho de valor; no tenía televisión y en vez de se había llevado la licuadora.

El vato de la esquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora