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Un poco del desastre.

Reki sujetaba con fuerza las sábanas blancas aguantando la ansiedad que le dictaba salir de ahí a todo vapor. Su madre se había retirado apenas hace unos minutos para hablar con el médico, sólo eso, iba a tardar casi nada y ella volvería se decía para mantener la calma, aun así no podía evitar sentir miedo. Un miedo que lo mantenía casi estático sobre la cama, porque una parte de su cerebro le susurraba que si se movía lo iba a lamentar.

Pero una cosa era saberlo y otra muy distinta las necesidades biológicas, además siendo un poco más realistas, nadie ha salido herido por orinar. Así que con ese brillante discernimiento de los riesgos Reki corrió los pies hasta dejarlos colgados al borde de la cama.

La puerta de la habitación se abrió permitiéndole el paso a una enfermera de rostro amable.

—¡Oh! ¿Quieres que te ayude?

Reki negó con la cabeza —sólo voy al baño —informó y bajo de la camilla para con pasos torpes dirigirse ahí. Con una lentitud tan pastosa como la de un borracho hizo a un lado la bata del hospital y...

—Pero que ¡Rayos! —exclamó al ver sus genitales. —¿Cuándo crecieron tanto? —preguntó a nadie, porque ahí solo estaba él.

Un espejo, se dijo casi lanzándose contra el lavabo para mirar su reflejo. Lo que encontró lo hizo retroceder, ese que le devolvía la mirada no era él, no al menos el que recordaba. Seguía siendo pelirrojo y sus ojos eran exactamente del mismo color que recordaba, sin embargo...

—¿Por qué estoy tan viejo? ESTOY VIEJO —exclamó a todo pulmón comenzando a temblar. —Ese no puedo ser yo, no soy yo —aseguró tomando el espejo para intentar lanzarlo contra la pared, pero al ver que estaba fijo opto por soltarle un puñetazo que lo único que logró fue estrellar la superficie reflejante y herir su mano.

La enfermera entro corriendo encontrando a Reki en un estado lamentable.

—Esto es sólo una pesadilla, eso es, estoy soñando. Voy a despertar en mi cuarto y me reiré de esto cuando se lo cuente a Natsu —se dijo deslizándose por la pared hasta el suelo.

—Vamos, te ayudare a volver a la cama —ofreció ella.

—No. NO. SUELTAME. NO ME TOQUES —gritó Reki empujando a la pobre mujer que cayó de espaldas. —No quiero ver a nadie —exigió llorando.

Fue en se punto en que la enfermera había salido a toda prisa a buscar al médico. Y era ahora que Hinohara entraba a la habitación intentando apaciguar a un muy alterado Reki. Pero al ver que no iba a lograrlo tuvó que recurrir a solicitar ayuda.

—Reki —gimió Masae llevándose las manos a la boca para acallar los lamentos al ver como su hijo luchaba con el camillero que acudió y el médico. No sería de ayuda si ella también colapsaba, pero estaba más allá de sus fuerzas no demostrar su dolor. Hiromi empático se acercó a ella con toda la intención de brindar apoyo a la pobre madre.

Miya se abrazó de Kaoru, todo su pequeño cuerpo temblaba, mientras su voluntad peleaba entre las opciones de entrar a enfrentar lo que sucedía o correr lejos de ahí mientras aún tenía fresca en su cabeza la imagen de un Reki sonriente.

Langa dio un paso vacilante al frente, todo su ser exigía entrar a socorrer a Reki, alejar a esos hombres, solo para sentir la mano fuerte de Joe impidiéndole avanzar.

—No podemos ayudarlo chico —y aunque su tono fue calmado, Langa pudo ver claramente el dolor y la impotencia en sus ojos del chef. —Debemos dejar que los profesionales se hagan cargo.

Kaoru apoyo dichas palabras abrazando a Miya y conduciéndolo fuera de esa área, porque esto no era un espectáculo y debían retirarse por ahora.

Desde dentro de la habitación los alaridos de Reki que buscaba evitar que lo sujetaran retumbaban en las paredes y escapan inundando el pasillo, pero por sobre todo, los oídos de sus amigos y familia.

OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora