17

29 5 2
                                    


La escuela casi había regresado a ser la misma, sin colores brillantes, sin bullicio fuera de lo habitual, los alumnos sumergidos en sus clases y talleres. Los únicos que parecían no haber abandonado del todo la energía desbordante eran los de tercero, pero más que nada se debía a la angustia anticipada que su graduación acercándose les generaba.

Algunos como Reki ya tenían planeado a donde irían y con algunas cartas llegando de aceptación o rechazo, otros apenas postulando rezando por ser aceptados, algunos más centrados en los exámenes de ingreso y selección, dependiendo de la rama a que se inclinaran porque sus calificaciones no son suficientes para ser considerados sin examen. Incluso había quienes ya habían decidido dejar hasta ahí su educación porque se dedicarían al negocio u oficio familiar. El futuro les estaba llegando tan rápido. La madurez los arrastraba entre sus despiadadas garras sin preguntar si estaban listos o no.

Langa estaba asustado, casi igual a como cuando llego, sus habilidades de escritura aun eran demasiado pobres como para enfrentar un examen tan difícil, y aunque tenía la alternativa de volver a Canadá con sus abuelos paternos para cursar ahí la universidad, lo cual sería mucho más fácil, no deseaba tirar la toalla, rendirse. Su madre había insistido tanto en que lo pensara. Tendría mayores oportunidades, además de que ahora tanto ella como él parecían haber superado la tristeza depresiva de la muerte de Oliver, siempre lo extrañarían y llorarían su ausencia, pero ya podían continuar con sus vidas, en especial Langa, quien debía considerar su futuro.

El problema es que Langa no deseaba hacer eso, no sin Reki a su lado.

—Langa —nombró Reki apenas verlo entrar al salón.

Langa, Langa, su nombre se repetía en su cabeza como si esa fuera la primera vez lo escuchaba o tal vez la palabra más celestial del mundo ¿acaso estaba soñando?

—Langa, ¿podemos hablar?

Y Langa asentó con la cabeza porque sin saberlo, Reki al anteponer su nombre a una petición la convertía en una orden que necesitaba cumplir. Langa seguiría a Reki al fin del mundo si esa sola acción significaba que volvería a escucharlo llamarlo tan familiarmente.

—Reki, me llamaste Langa —dijo como queriendo comprobar su sospecha, una esperanza que se tradujo en pupilas brillantes, mejillas sonrojas y que creció aún más al encontrar la banda azul marina bien colocada entre sus cabellos rojos.

—Lo hice —respondió llegando al fin a su destino, la azotea.

A esa hora temprana todos estaban en clase, y Reki lamentaba de todo corazón tener que tomar ese tiempo valioso para Langa, pero lo que tenía que decirle no podía esperar más.

—Mis recuerdos han vuelto —informó obligándose a hablar con aplomo y no desviar la mirada, a mantener su semblante sereno conteniendo las inmensas ganas de reclamar una razón a su dolor, aunque sabía que no tenía el derecho.

—¿Todos? —gimió la pregunta Langa, como si el aire se le escapara con esa única palabra. Había tantas implicaciones con esa sola aseguración.

—Todos —confirmó apretando las manos en puños, mientras en una pequeña parte de su cabeza esperaba, deseaba escuchar una disculpa, o tal vez que se derramara en explicaciones, como que ha estado esperando todo ese tiempo para hablar de aquel beso furtivo.

—Eso quiere decir que... —y Langa no podía contener la felicidad, sin pensarlo se lanzó contra Reki para abrazarlo, volver a sentir su cuerpo contra el suyo, su tibió calor, su aroma a mar, sol y diversión. Sin embargo, la emoción le duro poco, apenas el tiempo que le tomó dar un paso en su dirección, pues Reki elevó la mano impidiéndole acercarse más.

OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora