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Reki llegó a casa casi arrastrando los pies, estaba tan cansado. Tan harto de aparentar tener energía para sobrellevar su día a día. En serio, simplemente no comprendía como su antiguo yo podía con todo eso y aún tenía tiempo según su mamá, para jugar con las gemelas, tener de vez en cuando una conversación con Koyomi, ayudar en las labores de la casa, construir y reparar patinetas, ir a su trabajo de medio tiempo e ir a S.

Era demasiado, para cualquiera, para cualquiera menos para su antiguo yo.

—Reki —nombró Koyomi apenas verlo entrar por la puerta. —Reki, ¿Por qué tardaste tanto en llegar a casa? —reclamó ella inflando los mofletes de forma adorable. —Bueno, ya no importa. Necesito ayuda con una maqueta, por favor... sé que es tarde, pero simplemente no logro hacer que se vea bien —suplicó ella con los ojos brillantes.

—Reki, Reki. Reki —llamaban también las gemelas sujetándose de cada pierna. —Lee un cuento. Lee un cuento.

—Niñas, dejen a su hermano al menos cenar antes de atacarlo —defendió Masae con una dulce sonrisa.

—Está bien mamá, ya he comido algo de camino aquí, así que... quien va primero.

Masae observó a su hijo, no parecía estarle mintiendo, pero su instinto de madre le decía que algo andaba mal, muy mal. Pero presionar a Reki para que le dijera las cosas nunca funciono, su hijo era demasiado independiente que en muchas ocasiones actuaba más como adulto que como el adolescente que era.

—Voy a darles un baño a las gemelas, si quieres, puedes ayudar a Koyomi y luego leerles a ellas.

—Entonces así será —concluyó Reki con la sonrisa más grande que pudo lograr. —Veamos esa tarea tuya.

Reki elevó una ceja, ciertamente la maqueta necesitaba mejoras, con un suspiro profundo se puso a trabajar bajo la atenta mirada de la mayor de sus hermanas.

—¿Aún no recuerdas nada? —preguntó ella un rato después, en sus ojos tan parecidos a los de él se podía leer todo el valor que necesito para hacer la pregunta.

—Sí, he recordado un par de cosas y Miya me ha mostrado muchos videos, pero...

—Aún no te sientes como tú —declaró ella con tristeza. Si no fuera porque era imposible a Reki le pareció ver como sus bonitas coletas perdían fuerza y caían, igual a las orejitas de los cachorros al entristecer. —Sabes Reki, sé que lo he dicho más de una vez, pero está bien si no regresas a ser el de antes. Yo... te amo, te amo tanto y —Koyomi dejó salir varias lágrimas que había estado conteniendo. —Y puedo ver que no eres feliz, te estas esforzando tanto por todos, como siempre lo has hecho y nosotros nunca hemos podido regresar del todo ese esfuerzo.

—Koyomi...

—Deja de fingir, al menos conmigo, con tu familia. Si no te gusta el guiso de mamá dilo, si no quieres ayudarme con mi tarea porque estas cansado entonces di no, el que te niegues no va a cambiar en nada el cariño que te tenemos. No necesitas demostrar nada, no quiero que vivas al servicio de otros. Se un poco más egoísta.

Reki no podía creer que de todas las personas fuera ella la que se hubiera dado cuenta, la que le hubiera dicho aquello que más necesitaba escuchar.

—Gracias —y abrazo a su pequeña hermana con tanto sentimiento y paz que no dudo que las cosas de ahora en adelante irían a mejor. Porque al escucharla hablar se daba cuenta que dejar de ser él, por querer ser el de antes no era bueno, se estaba lastimando y lastimando a otros. —Entonces ¿tengo tu permiso para ser egoísta?

Koyomi asintió con la cabeza antes de agregar, —tanto como quieras, nadie tiene derecho a reprochártelo.

Dos golpes en la puerta se hicieron oír, un segundo después la voz de su madre anunciando que el baño estaba libre hizo a los hermanos mirarse.

OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora