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No podía respirar. Las voces en su cabeza no se callaban, susurraban cosas malas causándole un tremendo dolor por que todos esos vilipendios eran verdad. Quería huir de ellas, silenciarlas de una vez, olvidar, olvidar todo otra vez.

Sus pies se movían con rapidez impulsados por la necesidad de alejarse, llegar a un lugar seguro. Quería llamar a Miya, sentir los brazos de Joe envolverlo, percibir el aroma de Cherry, escuchar a su madre asegurándole que todo iba a estar bien; pero teléfono estaba en su mochila  y volver al salón no era una opción porque no deseaba ser interrogado, no quería que lo vieran tan vulnerable, tan débil. 

El lugar más cerca era el despacho de Kaoru, así que se dirigió ahí. 

Era como una mancha blanca, una nube de prendas vaporosas que en un suspiro desaparecía de la vista. Así que nadie noto sus lágrimas disimuladas, tampoco su semblante angustiado que se ocultaba tras el hermoso velo . Nadie lo detuvo cuando atravesó la puerta principal de la escuela y salió a la calle en ese estado tan lamentable. Si había comenzado a llorar nadie dijo nada. Sí mientras corría gemía por un poco de consuelo, porque que alguien lo salvara, tampoco fue escuchado.

Los transeúntes lo veía pasar sin prestarle más atención que el hecho de que se estaba saltando las señales de tránsito. Tal vez con la idea de que por imprudente iba a causar un accidente, pero nada más. Los conductores soltaban maldiciones al muchacho tonto que por prisa les hizo dar un enfrenón.

Pero todo lo anterior no tuvo efecto en Reki cuyo ser estaba centrado en una sola idea, llegar con Kaoru, abrazarse a él y llorar, dejar salir todo, como una presa que se desborda con aquellos pensamientos que ahora le laceraban el alma igual a cuchillas que le abrían la piel hasta dejar al descubierto la tierna carne.

La tercera rueda... ese soy yo, ¿Cómo no me di cuenta antes?

Se dijo al entender al fin el recado en la tarjeta en forma de corazón que Adam le hizo llegar hacia tiempo atrás. 

Ya casi llegaba, un poco más, solo un poco más se dijo acelerando el paso y extendiendo los brazos como si ese gesto fuera a acercarlo más, y entonces...

—¡¡RED!!

Su cuerpo fue empujado a un lado con tal fuerza que por un segundo considero ser un pequeño muñeco de trapo al que un niño lazó por los aires. Su cuerpo tan endeble no opuso resistencia, cayó hacia atrás mientras sus oídos apenas captaban el sonido de un claxon sonando furioso mientras se alejándose a gran velocidad. Un pequeño apretón sobre su brazo hizo reaccionar a Reki.

—Señor Ainosuke —llamó Tadashi asustado apresurándose a llegar a su lado.

Habían aparcado frente al estudio del señor Sakurayashiki, de Cherry, cuando apenas bajar del vehículo Adam fijo su vista en la acera contraria, lo escuchó llamar al muchacho y luego correr.

Tadashi juraría que su alma abandono su cuerpo cuando vio a Ainosuke lanzarse sobre Reki para salvarlo del impacto, apenas justo a tiempo para aterrizar fuera del camino del auto que pasó silbando a su lado. El hermoso vestido blanco que llevaba puesto el manchado se veía sucio, mancillado de una manera que ninguna novia debería verse nunca, tan maltrecho, y aun así lucia mejor que su portador que con las lagrimas recorriendo sus mejillas se veía completamente destrozado.

Niño tonto, ¿Qué no había aprendido nada o quería morir? pensó Tadashi molesto porque sería la segunda vez que Reki recibiera un golpe como ese, pero aun más porque la vida de Ainosuke por un segundo estuvo en peligro.

—Red —nombró Adam repasando con la mirada al pelirrojo en busca de heridas, no había sangre, pero el chico de alguna manera se veía peor que si lo hubieran arrollado.

OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora