Genial, todo había salido un desastre. ¿Qué planeaba hacer ahora? ¿Decirle a mi padre que había visitado a la muñeca de Blode y luego, como si nada, hacer un berrinche pidiéndole que la dejara salir para que jugara conmigo?
Buena idea, Luan. Muy buena idea.
Me detuve a reflexionar, estaba en mi habitación, un lugar que, mi madre: Mirabel, solía llamar "madriguera de ratas". Pero a mí me gustaba así. Era mi organización perfecta. Las camisas eran fáciles de encontrar, apiladas en la esquina del escritorio. Mis libros estaban siempre debajo de la cama, justo donde los dejé la última vez que estudié. Mis comidas favoritas, las que solía guardar por si acaso, estaban en mi armario de madera de pino. No permitía que nadie tocara mi orden. Soy el príncipe; es mi habitación.
—¡Qué tontería! —murmuré en voz baja—. No puedes simplemente ir y pedirle al Emperador que la deje salir, esperando que lo haga como si nada.
Intenté pensar con claridad. Blod era mi amiga, una con la que realmente podía ser yo. No podía quedarme de brazos cruzados, ella quería salir de ahí y me lo había pedido. Así que, hace casi tres días, me planté frente al Emperador. Le dije que era injusto que ella no tuviera con quién jugar, y que, casualmente, yo tampoco tenía a nadie.
El Emperador no se lo tomó nada bien. Recordé la última vez que hablamos tanto: fue en el invierno de hace cuatro años. Me había llamado cobarde y yo, con lágrimas en los ojos, le respondí: "No soy un cobarde, no tengo miedo". Bueno, esta vez, el Emperador también estalló, pero después de un largo rato de discutir, logré convencerlo.
—Emperador, se lo suplico, ella puede ser mi compañera de juegos.
—¿Mascota? Si quieres una, toma un caballo del establo. ¡Lárgate ya!
Así que jugué mi última carta.
—No te importa. Soy tu único hijo. Hace días intentaron cortarme el cuello. No me gusta estar solo.
Era mentira, claro. Estaba tan vigilado que nadie podía entrar a mi cuarto. Esa noche había tenido una horrible pesadilla con... La Emperatriz. Me desperté tan abruptamente que todos se espantaron. "No debo decir que fue a causa de la pesadilla, se lo dirán al Emperador". Así que inventé una historia simple: un hombre con capucha había apuntado una daga a mi cuello mientras dormía. Mi grito lo espantó y huyó. Difícil de creer, pero no viniendo de mí; yo nunca miento... salvo esa vez.
Los ojos del Emperador brillaron y, dos noches después, me dio su respuesta.
—Eres muy ingenioso. Sí que eres útil. Tal vez eso los haga salir de su escondite...
El Emperador siempre dice cosas raras. La Emperatriz, en sus cartas, decía que estaba medio chiflado y no se equivocaba, pero tenía poder.
Y fue entonces cuando me llevó con... Blod.
Por la diosa, era como presenciar un hermoso amanecer. "Mi amiga, ella es la muñeca de Blode, ella es Blod," pensé. Había pasado dos semanas hablando con ella. Aunque no me respondiera, se sentía como una buena conversación. A veces me preguntaba si realmente era la muñeca y no un sirviente jugando una mala broma "pobre niño cobarde, vamos a jugarle esto para que deje de tener miedo" , pero la cantidad de guardias que custodiaban el piso anterior hacía obvio que había algo distinto ahí.
Cuando la vi, fue como si mil millones de relámpagos me golpearan. En ese momento, todo lo que había imaginado sobre ella se desmoronó. Había creado una imagen en mi mente, pero la realidad era mucho más intensa. Era demasiado real, con una belleza tan perfecta que daba escalofríos y fascinación. No era humana, pero tan similar a mí, una niña, solo que una cabeza más grande que yo. "Eres real, ¡eres tú!" pensé, pero su mirada hacia mí era como un "¿Qué demonios hiciste?"
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YO SERÉ TU ESPADA
FantasyEn el palacio imperial reside en el cuarto verde, una hermosa criatura creada por el Emperador, una criatura que nunca debió tener vida. Así reza el rumor en Ruenia, pero conozco la verdad de quién soy. Mi memoria se remonta a mi creación y hasta el...