Capítulo siete.

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Entró al modulo del ejercito para enlistarte viendo que el doctor Erskine estaba ahí, a lo que sin dudarlo lo siguió pues esa misma tarde él le dijo que debía pasar por ahí para enviarle unos archivos importantes a Howard.

Ya la conocían algunas personas por ser la asistente de Stark así que sin permiso entró hasta dónde se estaban haciendo las pruebas de sangre donde pudo ver que el alemán entraba, así que, caminó hasta él pero al verlo entrar a una tipo habitación de consulta se quedó afuera, esperándolo.

Aún no podía creer que su abuela haya tenido una cita con James Barnes, y que jamás en sus delirios de contadora de historias de la segunda guerra mundial se lo haya dicho. Era toda una pilla Connie Moseley.

Riendo, jugando con el moño de su vestido, pudo escuchar un "felicidades" de parte de el doctor Erskine y al abrir la cortina con fuerza, de frente se lo encontró.

—Señorita Moseley —saludo con sorpresa el señor acercándose a ella, buscando una carpeta debajo de todos los papeles—, ten, procura que nadie los vea. La veo en dos días, Howard quiere tener una cena en su casa.

—Hasta luego, doctor —se despidieron con una sonrisa.

Ella un tanto curiosa una vez que sintió que el doctor se había ido, abrió la carpeta encontrándose con un título que la dejo helada.

"Suero del supersoldado".

—Brooklyn —la voz de Steve la hizo cerrar la carpeta con fuerza, mirando al frente con cierto miedo. Y fue ahí donde se dió cuenta que ya había sido elegido.

—Felicidades —su rostro se transformó en una mueca de tristeza que era difícil de ocultar.

—Oh, Brooks, no llores —Steve se acercó a ella para abrazarla con todas sus fuerza. No se había percatado de lo mucho que le había hecho falta hasta que ella lo apretó a su cuerpo.

—Te extraño mucho, Grant —apreto su abrigo en sus puños sintiendo sus lagrimas recorrer sus mejillas amargamente.

No sabía exactamente porque lloraba pero era como sentir la libertad de hacerlo y más en sus brazos.

—Y yo a ti, Brooklyn, mucho —beso la coronilla de su cabeza, un poco confundido pues nunca hubiera creído que alguien como ella sintiera eso por él.

—¡Les pido que se retiren! —un soldado habló aun lado de ellos rompiendo su momento por lo que ella riendo, segura de que se veía desastrosa, asintió y camino fuera del lugar con Steve detrás de ella.

Regañados pero extrañamente felices caminaron fuera del lugar, dónde una leve lluvia de verano estaba empezando a empapar las calles de Brooklyn a lo que ambos empezaron a correr. Quien guiaba era Steve, así que iban a casa del chico.

Al entrar dónde estaba viviendo junto con Buck, sacudieron sus zapatos del lodo y se quitaron sus respectivos abrigos. Por parte de la chica, también saco los papeles de su bolsa, corroborando que no estaban mojados así que volvió a guardarlos.

—¿Te apetece tomar café?

Ella asintió, antes de ir al baño, dónde entro con rapidez. Su cara se veía desastrosa y lo que odiaba del maquillaje de aquel tiempo es que rápidamente se corría y prácticamente su rostro se veía negro por el delineador.

Con su rostro ya lavado y su cabello seco, salió encontrándose con Steve en la mesa que tenía aun lado de la pequeña cocina.

—Con dos de azúcar —el sonrió de lado, dándole a entender que aún recordaba como le gustaba.

—Gracias por no olvidarlo —su sonrisa frágil hizo suspirar al chico.

—Lamento por haberme ido de esa forma, estaba cegado por la ira del momento —sus palabras suaves hicieron que el corazón de la castaña agitarse.

—Lamento haber invalidado tus sentimientos, no me sentía segura sabiendo que se iba Bucky y luego tú, no cuando se que puedo perderlos —murmuró, jugando con su taza, sabiendo que era algo que no podía evitar.

—Escucha, Brooklyn, no va a pasar nada, vamos a regresar por ti, vamos a ser siempre los mejores amigos y verás que todas esas preocupaciones que ahora te tienen así sólo serán boberías —Steve, no muy seguro de lo que iba a hacer tomó con sutileza la mano de la chica que estaba temblando.

Pero ella sabía que nada de lo que decía era cierto, pero aún así, dentro de si escucharlo le dió calma.

—Ahora oficialmente eres un candidato a soldado, así que, tus deseos se cumplieron, estoy segura que fue lo que pediste al cielo en tu cumpleaños —bromeo, tratando de no seguir con ese tema, a lo que él río suavemente.

—¿Cómo lo supiste?

—Intuición.

Ambos se quedaron en silencio después de sus risas pero, inconscientemente Brooklyn, con sus pensamientos perdidos empezó a jugar con los delgados dedos de su amigo quien se sentía nervioso por su toque.

No regreso durante un momento de sus recuerdos e sentimientos hasta que Steve cerró su mano atrapando la suya, haciendo que ella lo mirara sorprendida.

Sus miradas nerviosas se conectaron en ese preciso momento, haciendo que de repente todo lo que estuviera al rededor desapareciera.

Olvidó que estaban en medio de una guerra, que ella no sabía lo que le preparaba el futuro pero que sí sabía el de él y que estaba flechada por aquel chico de 45 kilos y 1 metro con 62 centímetros.

Nada le importó, por lo que sin más, juntaron sus labios en un tímido beso.

Un beso que decía todo aquello que habían estado reprimiendo desde hace mucho tiempo y por miedo se lo habían ocultado. Aunque sus razones fueran completamente diferentes.

Sonriendo se separaron del beso y con miradas complices como si alguien más los hubiera visto.

—No sabes lo mucho que había deseado este momento —ella fue quien hablo mientras lo observaba detalladamente.

—Bueno, ahora no es algo que debas desear, porque Brooklyn, ahora soy completamente tuyo.

Y volvieron a besarse, esta vez ella no pudo evitar besarlo con más intensidad y tocar su rostro con las manos acercándolo mas a ella. Mientras que él, solo se limitaba a concentrarse a besarse y no irrespetarla, no moviendo sus manos más allá de su cintura.

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Another era girl - Steve Rogers/Capitán América Donde viven las historias. Descúbrelo ahora