Los días transcurren lentos y silenciosos. La pérdida de Alduin hace sangrar a la compañía. Dañar a uno es dañarnos a todos. No éramos conscientes de la potencia del vínculo que nos une. Los ánimos están más bajos que nunca. Nuestro guía ha muerto. Su sabiduría se ha perdido. Nuestro amigo nunca volverá.
Nathras es el más afectado. No ha probado bocado en cinco días. No sé cuánto tiempo pueden aguantar los Zora sin comer, pero no creo que resista mucho más.
Más de diez lunas nacen y mueren desde que abandonamos el templo del viento. El regreso de las montañas es lento. Al cabo de varios días más, con el nuevo amanecer, entramos en la región central de Hyrule. El castillo real no queda lejos. El final del viaje se aproxima. No sabemos qué nos deparará el destino ni qué planes tiene Sharok preparados para nosotros. En nuestra ausencia, el mal se ha hecho más fuerte. Siento las fuerzas oscuras. Todas ellas dominan las tierras que hacen frontera con los muros de la fortaleza real.
En estas tierras, ya no es posible distinguir entre día y noche. Gruesas nubes negras cubren el cielo en la región y ocultan el sol de nosotros. Los árboles han muerto. Nada crece ahora aquí. Todo rastro de vida se ha esfumado.
Recorremos los senderos de tierra y piedra pulida que conducen al castillo. Permanecemos alerta durante toda la travesía. Nos encontramos en el territorio más hostil de todo Hyrule. Lo extraño es que no vemos enemigo alguno.
Dejamos atrás grandes colinas. Nos internamos en pequeños bosques de árboles bajos y alcanzamos una llanura que precede al castillo real.
El césped ha desaparecido. En la distancia, se pueden ver los muros, parcialmente derruidos, que cercan el castillo. A sus pies, campamentos compuestos por centenares de aliados han sitiado la fortaleza.
—¿Qué es todo esto? —pregunta Inah, asombrada por la multitud de espadas que conforman los ejércitos de la luz.
—El plan de Alduin —murmura Nathras mientras sus ojos brillantes se humedecen.
Nos abrimos paso entre la multitud. Reconozco a los soldados de la zona este. Sus armaduras plateadas son livianas y encierran un cuerpo con pelajes claros y una cabeza con forma de delfín. Sin duda, son guerreros pertenecientes de la tribu Zora. Por otro lado, no puedo decir a qué tribu pertenecen las guerreras que se encuentran situadas en el lado oeste. Visten con finas telas que dudo que protejan sus cuerpos. Van armadas hasta los dientes con infinidad de pequeños cuchillos y dagas. Sus cuerpos están adornados con pendientes de oro. No veo ni un solo hombre en ese ejército.
—Son mujeres de la tribu Gerudo —murmura Inah al ver mi expresión confusa—. No te dejes engañar por las apariencias. Las mujeres Gerudo son los guerreros más letales de todo Hyrule. Infinidad de guerras se han ganado gracias a ellas. Las leyendas cuentan que en otro tiempo fueron las causantes de la mayor calamidad que ha existido.
—Esta batalla decidirá el destino del mundo... —dice Mandos, asombrado debido a la multitud de tropas.
Los campamentos están demasiado cerca de las murallas. En la zona central, hay tres grandes tiendas levantadas. Parecen palacios construidos a base de madera y tela gruesa. Es allí a donde nos dirigimos.
Dos guerreros Zora vigilan la entrada. Uno tiene el pelaje rojizo y el otro azulado, al igual que Nathras. Ambos mantienen sus tridentes cruzados, impidiendo el acceso.
—Venimos a hablar con vuestros líderes —anuncia Inah, manteniendo la distancia. Ambos soldados se observan.
—¿Identificación? —dice el de pelaje rojizo.
—No creo que eso sea necesario —responde Inah, haciéndose a un lado.
Resulto quedar a la vista de los soldados. Ambos abren bien los ojos y parpadean varias veces. Después, vuelven a dirigirse una cómplice pero dubitativa mirada.
ESTÁS LEYENDO
The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)
फैनफिक्शनUn nuevo poder emerge en el interior del reino de Hyrule. La paz llega a su fin. Sharok, un joven Hyliano perteneciente a un linaje real antiguo, ha invadido el reino con su ejército de Hylianos negros. Con la espada destructora del mal de su lado...