CAPÍTULO 4 - LA MATANZA DEL LAGO

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La primera luz del alba golpea con fiereza las montañas. No tarda en alcanzar las pequeñas casas que se extienden por la aldea Kakariko e internarse entre la fina cortinilla que cubre la ventana de mi habitación.

Necesito armarme con toda mi fuerza para abandonar el cobijo de la acolchada y mullida cama de la posada. Dormiría durante todo el día.

Un plato de cerámica reposa sobre la coqueta mesa de madera que se encuentra junto a la puerta. Cuento un total de ocho huevos fritos, cinco zanahorias y media porción de sandía. La mezcla de olores se adentra en mi interior. Mi estómago ruge. No dejo comida alguna sobre la mesa. Aseado, vestido y armado, salgo de la posada unos instantes después.

—He estado haciendo cálculos —anuncia el viejo Alduin con una voz bastante despierta. El alba vitamina mis músculos y los carga de una energía extraordinaria—. Deberíamos de llegar al lago Hylia en torno a la quinceava luna desde nuestra partida.

—Los pasos del río estarán vigilados —murmura Nathras.

—Ya oíste a Myrad —interviene Inah. Denoto un ápice de aspereza en su voz—: Hay un sendero oculto entre las montañas, un túnel, un gran monte y el lago.

La conversación fluye entre los miembros de la compañía y el plan para alcanzar el lago lo más rápido posible se va tejiendo.

La tribu Sheikah nos provee de todo el alimento y las monturas necesarias para iniciar nuestro viaje. El caballo que me corresponde se llama "Tormenta". Tiene un pelaje azulado que se torna a verdoso cuando le alcanza la luz solar. Decenas de motas blancas recorren su cuerpo. Su arreglado cabello pálido cae por su cuello con esplendor. Según el guerrero Sheikah que me cede las riendas, su nombre corresponde al momento en el que fue encontrado, cuando una gran tormenta eléctrica bañaba las montañas.

—Amigos, la hora ha llegado —anuncia Alduin una vez que todos estamos listos—. Peligroso será nuestro viaje. La oscuridad nos perseguirá por todo Hyrule. Aciagos serán los próximos días. ¡Partid sin temor!

Y eso es lo que hacemos. Los caballos hacen retumbar la tierra a medida que recorren el camino de salida de la aldea.

Los pasos de las montañas no están vigilados. La seguridad nos abandona. Las frías tierras de Hyrule nos aguardan. El peligro se puede sentir en el silencioso ambiente. La marcha es rápida. Inah es quien encabeza la compañía. Las lunas acontecen. No vemos enemigos durante nuestra partida, pero sí sufrimos su huella. Las ruinas adornan los páramos y los montes. Varios fuegos se levantan en el horizonte. Evitamos los caminos y atravesamos bosques, túneles oscuros y cordilleras montañosas.

Lo que peor llevo es el raciocinio de la comida. Apenas tocamos a dos piezas de fruta al día por cabeza y una pequeña porción de pavo frío.

El enemigo me preocupa pero es Inah, la guerrera Sheikah, quien ocupa mis pensamientos durante la travesía. No he escuchado una palabra suya más que las indicaciones necesarias para guiar al grupo. Debe de ser terrible tener que separarse de su hija de nuevo. Por mucho que lo niegue, la pequeña Impa debe de ocupar su mente y su corazón a partes iguales.

Los bajos ánimos desaparecen cuando atravesamos un alargado túnel que da a un valle por el cual un sinuoso río marcha pacíficamente.

—El río Hylia —anuncia Alduin, el anciano Hyliano—. El lago no queda lejos.

—Llegaríamos antes nadando —propone Nathras.

Estoy al tanto de sus habilidades como Zora. Los Zora adoran el agua. Son más fuertes cuando la tienen cerca y bajo ella, pueden atravesar largas distancias en cortos periodos de tiempo.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora