CAPÍTULO 12 - LA MALDICIÓN DEL HERALDO

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—¡A mí me has vencido, pero has liberado a un Dios! —exclama el príncipe maldito con su último aliento.

Su cuerpo se desploma. La quebrada espada destructora del mal golpea su filo contra el suelo. Una explosión oscura arrasa el lugar. Hundo la punta de la espada celestial en la tierra para contrarrestar la furia del huracán despertado.

Cuando la negra humareda desaparece, veo una pequeña luz brillar al otro lado. Zelda... La princesa permanece tendida sobre la fría roca. Sus labios apuntan al cielo. Sus ojos están cerrados, pero su pecho se eleva despacio y desciende paulatinamente. Respira.

Sharok yace en mitad del patio, envuelto en su propia sangre. Junto a él, una oscuridad monstruosa se alza. La forma negra se desvanece y da paso a un ser antiguo, grande, malvado, con forma humana, mirada imperecedera y unos largos cabellos de fuego. Reconozco a la muerte en esta criatura. Es su Heraldo, enviado al mundo mortal para aniquilar todo rastro de vida.

—La maldición de la espada ha terminado —anuncia el Heraldo de la Muerte con una voz cruel—. El sello de Fay se ha roto. Ahora puedo tocarte, elegido.

Alza los brazos. Una fuerza invisible oprime mi mano. No puedo resistir su dureza. Libero la empuñadura de mi espada, la cual, cae a la piedra. El poder del Heraldo hace levitar mi cuerpo. Poco a poco, oprime mis pulmones. Siento frío en mi interior. Ataca como una gran serpiente, con una fuerza imperceptible que se enrosca alrededor de mi cuerpo y se endurece hasta dejarme sin aliento. Un grito de dolor se me escapa, un alarido de muerte...

—Dime una cosa, elegido... —murmura el Heraldo—. ¿Sangras?

Mi mirada comienza a desvanecerse. La oscuridad cubre el mundo. La luz se apaga. Todo rastro de color se distorsiona. Mis fuerzas llegan a su fin. Siento la sangre brotar de mi nariz y caer por mi rostro. Cierro los ojos. La muerte reina ahora sobre la vida. Pero es entonces, en el punto en el que la oscuridad es más profunda, cuando un fino rayo de luz me atraviesa.

Escucho un grito, un desgarro atronador. Abro los ojos y la veo a ella. Veo a la princesa, alzada sobre una piedra desprendida de la fortaleza. Su silueta irradia una luz que se hace cada vez más fuerte. Es pura luz de estrella. Tres triángulos de luz se apoyan sobre la mano que apunta al Heraldo. Los tres triángulos se alinean formando uno más grande. El poder de La Trifuerza quema la carne del Heraldo. La criatura se derrite entre alaridos hasta que no queda nada de ella. El poder de Zelda consume a la mismísima muerte.

Caigo. Caigo y no dejo de caer. Mi cabeza da vueltas. Solo cesa cuando siento cómo mi espalda es golpeada contra el suelo empedrado. El sonido se desvanece junto con la realidad.

—Link... —murmura Zelda al cabo de lo que me parecen horas, pero que en realidad solo son unos instantes—. Link, despierta —insiste.

Abro los ojos. Sus cabellos dorados inundan el cielo. Su mirada vidriosa está cargada de preocupación. Su respiración es agitada. Viste con un gran manto claro, manchado de tierra. Sonríe ligeramente al encontrarse con mi mirada. No puedo evitar alejar mi atención de ella para comprobar si el peligro continúa al acecho. Cuando termino de examinar cada rincón al que mi visión alcanza, vuelvo a ella.

—Link... El mal nunca podrá ser destruido por completo —indica mientras pone su fría mano sobre mi pecho—. Hyrule siempre te necesitará, y yo también.

Observo sus bellos ojos. Desprenden una luz más intensa que la del propio sol. Es una Diosa con apariencia Hyliana. Mi alma nunca se cansará de protegerla. Siempre lucharé por ella, incluso cuando el último día de este mundo termine.

Sus finos labios se acercan lentamente. Cierra los ojos. Sus dedos rozan mis mejillas. Su cuerpo se vence sobre el mío. Por primera vez desde que guardo recuerdo, todo mi cuerpo tiembla ante ella.

Hyrule nunca olvidará esta historia. El mundo siempre recordará a Zelda. Todos los seres bondadosos que caminen alguna vez sobre estas tierras la venerarán. Zelda es mucho más que una princesa. Una princesa solo lucha por su nación. Zelda es una leyenda, una leyenda que nunca dejará de velar por todos nosotros.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora