Capítulo 15 Ecos Del Mal

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El suave pero a la vez potente ronroneo del motor del Ferrari rojo de Lori comenzó a morir lentamente una vez se detuvo ante degradadas puertas del Cementro de Royal Woods. Detrás de ellas se podía ver (incluso dentro del auto) la niebla tan característica del viejo cementerio. Siempre estuvo ahí y nadie hasta la fecha sabe porque se produce y porque sólo ocurre en ése lugar. ¿Sería a causa de la contaminación de la ciudad?, ¿Algún fenómeno natural?, ¿O acaso sería algo "paranormal"? Siempre fue un misterio.

Linclon Loud observó el tétrico panorama por un segundo, antes de posar sus ojos en Lori, quien obviamente estaba sentada del lado del conductor, mientras Linclon estaba en el asiento de atrás, con su arma apuntado hacia parte posterior de la casi dorada cabeza de Lori.

-Llegamos.

La voz de Lori sonó tétricamente calamada, como si no le importase que Linclon la obligase a que lo llevase o peor aún, que ella hubiese querido que ésto ocurriera. Aquél último pensamiento inquietó un poco al agente, quien se decidió por salir a por L.O.U.N.D.E.S.T. No sin antes mirar a Lori una vez mas y hablar con un tono suave y clamado:

-Muy bien, creo que me has ayudado demasiado. Lamentablemente creo que nuestros caminos se separarán a partir de ahora.

-Quizas-dijo Lori mientras una vez más, otra siniestra sonrisa se le formaba en su rostro-pero ambos poseen destinos distintos y en tu caso, no es uno muy agradable, al menos por el día de hoy. Ah y que no se te olvide... Hazlo por Inglaterra.

Aquella frase, junto con la siniestra sonrisa provocó que Linclon se inquitease aún más. De ponto y sin previo aviso, Linclon abrió su mano y un fuere golpe impactó contra la nuca de Lori, provocando que su cuerpo inconsciente cayese hacia el volante. El sonido del claxon del Ferrari sonó por un instante cuando su cabeza lo golpeó, el sonido de detuvo repentinamente cuando el cuerpo se desplomó hacia el asiento del copiloto.

-Dulces sueños.

Aquella frase salió con aspereza de la boca de Linclon, mientras salía del costoso auto. El agente dio unos pasos y se detuvo frente a las puertas (las cuales poseían marcadas en una placa de hierro bastante oxidada las iniciales de la ciudad) , donde la misteriosa niebla comenzaba a hacer presencia. La tenebrosa niebla, junto con la débil brisa que lo golepeaba en la cara y el sonido decenas de grillos, le recordó a cuando él visitaba muchas veces a éste lugar, cuando...

-¡No! ¿Qué haces? ¡No es momento para ponerte nostálgico, tienes un trabajo que hacer, ve y entra!

Los pensamientos de Linclon rebotaron por todos los rincones de su mente, aunque, curiosamente, no con su propia voz, sino que con la voz de J. Aquello lo devolvió a la realidad de algún modo y una vez lo hizo, cargó su arma, le quitó el seguro y se adentró al oscuro panteón, el cual era débilmente iluminado por la luz de la luna.

Al entrar, de inmediato un escalofrio recorrió toda su espina, no sólo por la tétrica atmósfera que el viejo cementerio provocaba, sino por la precesnia de un olor que para Linclon era desconocido. No sabía cómo describirlo, pero lo que sí sabía era que era algo que se había quemado. El agente decidió apartar al extraño olor de las preocupaciones de su mente y siguió avanzando.

Con cada paso que daba, Linclon sentía y olía el peligro. El sonido incesante de los grillos, junto con ese olor que cada vez se hacía más fuerte y con la tétrica brisa que le llegaba detrás de él, los nervios de Linclon aumentaban considerablemente, tanto así, que inmediatamente ya estaba con el dedo en el gatillo listo para cualquier ocasión. En toda su carrera en el MI6, ya había sentido lo que era el peligro, pues ya tenía experiencia lidiando con asuntos en donde claramente las cosas no estaba precisamente a su favor.

The Golden LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora