The Golden Loud

Capítulo 3 ¡Por Inglaterra Linclon!

Linclon y Clyde removieron la escotilla y entraron en los ductos de ventilación. Clyde había entrado primero y Linclon lo siguió. Los dos avanzaron agachados lentamente por los conductos para no hacer ruido.

De pronto Clyde se detuvo.

—¿Que pasa Clyde?—susurró Linclon.

—Hay dos caminos diferentes, ¿por donde vamos?—dijo Clyde susurrando al igual que Linclon.

Linclon observó por encima del hombro de Clyde y podía ver los dos  caminos diferentes, a la izquierda y a la derecha. Lincoln buscando una solución rápida dijo:

—Bien, tu ve por la derecha y yo por la izquierda, luego intentaremos encontrarnos más adelante.

Clyde asintió e hizo lo que le había dicho Lincoln.

Linclon se movió unos metros por el conducto izquierdo y después de unos segundos se encontró en el final de este. Debajo de él había una escotilla por la cual se veía a una persona con uniforme militar sentada en el inodoro leyendo un periódico. Linclon supuso que sería uno de los guardias de la zona.

—Así que estoy en los baños —pensó Lincoln—imagino que Clyde se encuentra en la sala de escobas o en alguna sala de limpieza.

Linclon removió la escotilla lentamente sin hacer ni un solo ruido y luego escuchó atentamente en busca de algún otro sonido.

En la habitación se escucharon unos pasos y acto seguido se escuchó el sonido de una puerta abrirse y cerrarse. Luego de unos segundos, los pasos se alejaron hasta que se extinguieron y en la habitación hubo un silencio sepulcral. Linclon vio la oportunidad perfecta y se avalanzó bruscamente contra el hombre sentado en el inodoro. El hombre se desmayo a casusa de la rodilla de Linclon la cual había golpeado la cabeza calva del hombre al caer.

Linclon se puso de pie y se quedó observando al sujeto tirado cerca del inodoro. Lincoln notó que no se movía y supuso que se había desmayado.

Sin perder mucho tiempo, Linclon desenfundó la pistola y salío del camarote del inodoro. No había nadie.

Luego avanzó hasta llegar a la puerta de la sala de baños y salió. Fuera la sala había una escalera la cual conducía hacia abajo; Linclon bajo las escaleras y se encontró con un extenso pasillo. Linclon miró detalladamente el angosto pasillo, tan gris y sombrío como el de una casa abandonada. Solo se podía distinguir una silueta de un hombre recogiendo unos trozos de carne y colocadolos en una bandeja en el piso.

El hombre tomó la bandeja y desapareció por una puerta de metal.

Linclon corrió lo más rápido y sigiloso que pudo y entró en la primera puerta que vió. Cuando la cerró detrás de sí, analizó la habitación; era el cuarto de escobas, un cuarto pequeño con una pequeña ventana. Linclon se dirigió hacia la ventana y observó la sala de cocina, donde habían muchos soldados cenando.

De pronto, Linclon sintió la presión de un tubo pequeño en su espalda, no cabía duda de que era una pistola. Linclon se quedó quieto y callado. Hasta que una voz gruesa dijo en un tono delicado pero firme :

—¡No te muevas!

Linclon se quedó quieto sin decir absolutamente nada. De pronto la voz gruesa dijo :

—¿Vienes solo?

—Si—respondió Linclon.

La presión desaparecio y Linclon se dio vuelta. El rostro de Clyde brilló por un segundo.

—Bueno ya no—dijo Clyde. —llegas tarde 006.—dijo Clyde lavantando su muñeca simulando ver un reloj imaginario.

—Eso creo.