1: Sasuke, el vecino

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-¡Mueve tu gordo trasero y trae esas vigas para acá!

-¡No me grites! – Le ordenó – no eres mi jefe, pedazo de idiota.

La discusión empezó, la de todos los días, tonterías de hombres que se creen muy machos, muy fuertes, muy duros, y tienen la boca más sucia del planeta.

Simplemente se dio la vuelta y se alejó de ese par de tontos.

Era de tarde, el sol brillaba en lo alto del cielo, no había viento, ni señales de lluvia, hacía un calor espantoso, y podía sentir el sudor resbalarse de sus cienes hasta su cuello y mojar su ropa.

Trabaja en construcción desde hace mucho, es un trabajo pesado, peligroso y muy duro, no respeta horarios estrictos, se detiene por temporadas, les exigen por otras, les gritan que se equivocan, y cierta vez, cada cuanto, llega el arquitecto y les dice que hicieron tal cosa mal, o que decidió cambiar tal tontería, y debían derrumbar y reconstruir.

No es el trabajo que Naruto soñaba, pero no tiene mucho que escoger, nunca pudo estudiar en la universidad, y solo le quedó resignarse y seguir adelante con su vida.

Es joven, muchos se lo dicen, pero uno hace lo que puede, al menos tiene una casa propia, y puede darse pequeños gustos, aunque algunas veces sean insignificantes.

Él vive en un pueblo, no es un hombre de ciudad, y nunca lo fue, nació allí, creció allí, allí vive y no se arrepiente de eso.

Al ser un pueblo, la cantidad de oportunidades también están reducidas, aunque es algo triste de pensar, pero él lo sabe bien.

Sabe de albañilería, porque desde joven trabajaba como asistente, y había aprendido muchas cosas desde adolescente. Naruto nunca fue bueno con los números y no tanto con las palabras, pero es un hombre fuerte.

No se considera el tipo más guapo del mundo, sabe que tiene defectos, como la cantidad de cayos en sus manos, las cicatrices que tiene en cada una de ellas, y en el resto de su cuerpo.

Su trabajo es peligroso, ya lo ha dicho, y ha tenido que ser llevado de emergencia al hospital varias veces.

Tiene la piel bronceada, por naturaleza, pero el sol se ha encargado de teñirle aún más la tez, sus ojos son azules, pero tampoco son la gran cosa para la mayoría, en su pueblo, él solo es Naruto Uzumaki, un niño huérfano que se crío con ayuda de las personas que se compadecían de él, y que ahora es un hombre y trabaja como todos los demás, para poder mantenerse.

En fin, no era alguien verdaderamente importante.

Cansado y exhausto como estaba, se dejó caer sobre el único trozo de césped que no se hallaba cubierto de material de construcción, buscó en su lonchera y sacó su sándwich de queso con jamón, empezando a comer de este.

-Oye, flojo – escuchó que le gritaron – ¿ya te cansaste, delicadito?

-Sí, tengo hambre – aceptó, sin importarle la palabra que había usado para llamarle.

-No lo molestes – le dijo otro al primero que le había hablado – después herirás sus sentimientos.

Escuchó risas, pero él solo siguió comiendo con tranquilidad.

Ya se había acostumbrado. Él era gay, y los demás, supuestos “machos” así que siempre terminaban de buscar un modo de molestarlo o denigrarlo, cosas que en su actualidad, y con la madurez que había adquirido con el paso del tiempo, había aprendido a ignorar.

Al final, cuando se daban cuenta de que no les hacía caso, dejaban de decir estupideces y se iban a molestar a alguien más.

No mucho después, otros trabajadores se sentaron cerca a lo mismo, comer, soportar el sol abrasador, y a desear que la jornada se acabase rápido.

Mi nuevo vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora