Capítulo XV

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Ante la ausencia del cálido cuerpo de Emiliano en la cama, las pesadillas se adueñan de mis sueños, despierto cubierta por una capa fina de sudor en la frente, el corazón me late con fuerza, ya ni siquiera temo por mí, ahora el daño no es a mi cuerpo, sino al de Emille. Mi instinto me advierte, el peligro se acerca y siento que no lo puedo controlar. En este momento necesito toda la ayuda posible, sé que está mal, y lo más probable es que me arrepienta por hacerlo, pero la falta de control me acorrala y me obliga a tomar medidas desesperadas.

—¿Aló?—responde con voz ronca.

—Hola Marco—digo en un susurro.

—Bianca... ¿todo esta bien?—pregunta, reconociendo mi voz al instante.

—Sí, perdón por llamarte a esta hora, pensé bien en tu propuesta de ayudarme—respiro profundo, él aguarda en silencio —acepto tu ayuda, pero nadie se puede enterar. Recurro a ti porque Bill no te tiene en su radar, y ya no puedo seguir en contacto con la teniente Miller, él me tiene vigilada.

—Lo atraparemos—me asegura —hay que mantener un perfil bajo, lo que menos quiero es que corras peligro.

—Antes de aceptar, debes saber que es un tipo peligroso, y me ha dejado muy claro que no trabaja solo.

—Bianca te debo esto. Te dije que te ayudaría y pienso cumplir mi palabra.

—No me debes nada, pero igual agradezco tu ayuda, no sé a quien más recurrir—admito tratando de controlar mi tono de voz, buscando disimular mi desesperación—te enviare por correo todo lo que he averiguado. La policía no tiene nada contra él,  ha sabido ocultar sus huellas.

—Debemos tenderle una trampa, necesitamos pruebas en su contra—resopla al otro lado del teléfono, guarda silencio—tendrás que ser la carnada—dice finalmente, y el nudo en mi estómago me obliga a ponerme de pie.

—Haré lo que sea necesario.

—Bien, dame un par de días para organizarlo todo, no podemos fallar.

—Estaré esperando tu llamada. Gracias Marco—digo antes de colgar.

Coloco mi cabeza sobre la almohada y me obligo a mantener los ojos cerrados, debo dormir. Necesito estar con todos mis sentidos activos. Emi aparece en mi mente, un escalofrío recorre mi piel, he pensado en más de una oportunidad  en traerla a dormir en mi habitación, pero no puedo permitirme traspasarle mi miedo, ella debe sentirse segura. Porque yo siempre la protegeré.

Después de casi dos horas, me rindo, me levanto de la cama para ir a mirar a mi pequeña. Entro a su habitación procurando no despertarla. Duerme como un angelito, su respiración es lenta y profunda, crece tan rápido que asusta. Mientras más adulta es, mayor es el riesgo de que la hieran, las personas son malas, sobre todo los malnacidos como Bill, que no les importa roban la inocencia de una pequeña.
Las ramas del árbol chocan contra la ventana y salto del susto, al instante reviso que todo este bien cerrado. Me aproximo a la ventana y creo ver una sombra en el jardin, me tenso, permanezco inmóvil en la oscuridad. Esperando, vigilando, en mi máximo estado de alerta.

Un golpe similar al de un saco del boxeo chocando con el suelo de concreto retumba en toda la casa.

Esta aquí.

Se me tensan todos los músculos del cuerpo, corro a la habitación y saco el bate de béisbol forjado de aluminio que tengo escondido bajo la cama, no debí hacerle caso a Emiliano cuando me prohibió comprar una glock 9mm, en su lugar solo me dejo comprar el bate.

Igual servirá.

Voy a la habitación de invitados para advertir a Emiliano. Entro. Vacía. No está por ningún lado.

Lo que Aprendí de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora