Capítulo XXV

4K 227 69
                                    

Emiliano Russo

Aprovecho que Bianca está descansando para ir a casa a cambiarme de ropa, necesito un baño y despejar mi mente. Los dolores en el cuerpo han aumentado, las secuelas de la quimio sumado al poco descanso están pasándome la cuenta.

Frank me ha llamado y pedido que agendemos una cita para hablar de mi estado actual, debo sacar el tiempo para darle cierre a esto, para bien o para mal, no puedo seguir postergando la realidad. No me queda más que hacerle frente y continuar.

Oigo la voz de mi suegra en el primer piso, termino de vestirme y bajo. Emille sonríe al verme y comienza a moverse desesperada en los brazos de su abuela buscando que la suelte. Le extiendo los brazos y se arroja hacia mí.
—Hola pequeña—la lleno de besos en el cuello. Su risa me calma—¿Cómo te has portado?

—Ha estado un poco llorona—responde Luisa—. Extraña a sus padres.

—Gracias por cuidarla, Luisa. Han sido días complicados.

—Bianca aun no termina de contarme qué fue lo que paso, solo dice que la asaltaron. Se que miente, lo que no sé es por qué.

—No sé mucho más que tú—le aseguro y me mira incrédula—, ella mantiene su historia y no tengo motivos para no creerle.

Cumplo mi palabra y apoyo la versión que quiso Bianca que se supiera, insistió en que no era necesario que sus padres se enteraran de todo lo que vivió y menos de lo que paso cuando era una niña. Eso los destrozaría, fueron sus palabras textuales.

—Eres un buen hombre Emiliano, sé que la estas protegiendo. Por esta vez me dejaré engañar, y pasaré por alto el hecho de que Bianca estaba con Marco, mientras que ustedes estaban extrañamente separados.

—Luisa, no deje que su imaginación vuele demasiado, crea en lo que su hija le dijo. —Zanjo tratando de disimular mi molestia, por sus evidentes insinuaciones.

Vuelvo a la clínica y dejo a Emi con Luisa en la habitación de Bianca. Es momento de prestarle atención a las cosas que están causando fracturas en mi matrimonio. Por más que me negaba a aceptarlo, Madison ha significado un real problema en mi relación, y no he sabido ponerle un alto. Le tengo aprecio, me identifico con lo que vivió y tal vez por eso es que fui tan ciego, pensé que podríamos ser amigos, y compartir experiencias, porque en lo único que si le doy la razón es en que solo los que vivimos esta maldita enfermedad sabemos lo doloroso y frustrante que puede llegar a ser.
Entro en el sector de urgencias, el turno de Madison ya inicio. Paso chequeado cada módulo, algunos enfermeros levantan la mano en señal de saludo, la mayoría tiene cara de agotados, por lo general los que hacemos guardia no salimos a la hora indicada sino mucho después. El tiempo suele ser atemporal dentro de estas paredes.

Diviso a Madison en el módulo seis. Está colocándole una vía a una mujer embarazada. Es una excelente enfermera, tiene la habilidad de hacer reir a los pacientes para que olviden un poco el momento que están pasando. Me acerco y ambas voltean a verme. Madison amplia su sonrisa.
—Él es del doctor del que te hablaba—dice Madison mientras termina de ajustar el suero.

—Ya veo—dice la chica mirándome fijo con una sonrisa.

—¿Va todo bien por acá?

—Sí. Claudia esta un poco nerviosa porque ha tenido algunas contracciones y aun su embarazo no está en termino, así que se quedara para ser monitoreada.

—¿Son muy seguidas?

—No tanto doctor—responde ella apenada.

—Lo más seguro es que sean contracciones de Braxton, son muy comunes en el tercer trimestre.

Lo que Aprendí de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora