Capítulo XXI

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—Te perdonará—insistía Marco, aunque yo no le podía creer—, cuando esta operación sea un éxito, él conocerá toda la verdad. Y va a estar muy orgulloso de ti.

—¿Y si fallamos? —pregunto casi en piloto automático.

—No lo haremos. No vamos a fallar—. Aseguró sujetando con fuerza el volante del auto.

Damos varias vueltas alrededor del puerto de la Marina. Todo el sector esta oscuro, la poca iluminación proviene de escasas farolas junto a la carretera, y la luz tenue de varios yates. Del resto todo está en penumbras.
Marco disminuye la velocidad, y me va señalando los puntos claves de la operación.

—Ese yate que esta al fondo con la luz roja titilante, será en donde abordarás.

—¿Cómo lo sabes? Dijiste que siempre cambian el vehículo de transporte.

—Siempre lo hacen, pero el lugar del que parten es justo ese. Siempre es el mismo. Y siempre tienen la luz parpadeante.

—Ya veo. Lo has analizado todo muy bien.

—He hecho mi mayor esfuerzo, quiero tener todo minuciosamente calculado, quiero que corras el menor riesgo posible.

—Estaré bien—le aseguro con firmeza, aun así, puedo notar preocupación en su rostro.

—Yo estaré en ese edificio— levanta la mano derecha y apunta a una estructura vieja que parece estar abandonada—, está desocupado, ya lo revisé. Es lo más cercano que podré estar de ti antes de que ingreses a aguas profundas.

Siento una punzada en el estómago. La realidad me da un derechazo directo a la cara, y caigo en cuenta de que estaré en medio del océano completamente sola con un sujeto sin escrúpulos capaz de vender hasta a su propia madre.

—Aun así, estaré atento a ti—dice de repente Marco, seguro mis facciones transmitieron la preocupación que dejaron sus palabras—, recuerda que estaré monitoreándote con el collar que llevas puesto. El collar también tiene un micrófono así sabre todo lo que está ocurriendo. Tengo una lancha preparada, lista para ir por ti si las cosas se ponen tensas. Además, la teniente Miller esta en la comisaria a algunas cuadras de acá, en estado de alerta, esperando cualquier indicación mía. Así que no estarás sola, no pienses ni por un segundo que lo estarás. 

Asiento con la cabeza y le dedico una leve sonrisa. Sé que intenta reconfortarme, pero nada, absolutamente nada de lo que diga podrá salvarme si el hombre al que enfrentaré decide meterme un tiro en el pecho y arrojarme al mar. Ambos estamos claros en eso, pero no lo mencionamos.

Llego la hora. Saco de mi cabeza lo ocurrido hace un par de horas con Emiliano, libero mi mente de todo lo que me atormenta, paso el interruptor de mis emociones y me concentro solo en la operación. Hago respiraciones profundas, y me concentro. No soy una espía, ni policía ni mucho menos super poderosa. Solo soy una mujer con conocimientos mínimos en artes marciales y manejo de armas, aun así, me enfrentaré con todo mi ser a esos malnacidos, uno de ellos me vulnero cuando apenas era una niña, causando en mí una serie de traumas y secuelas que aun no puedo borrar. No dejaré que ninguna niña pase por eso. Esos tipos no seguirán lastimando a pequeños inocentes, así tenga que dar mi vida por ello.

Me bajo del auto, Marco me dedica una sonrisa y con su mano derecha hace la señal del pulgar hacia arriba. Cierro la puerta y él se va a ubicar en su posición a una cuadra de la mía. Me dejo a una cuadra del lugar donde me citaron. A mi teléfono recientemente adquirido, llego la ubicación exacta del encuentro. Marco estaba en lo correcto, era justo el yate que me señalo. El de la luz parpadeante.
Que empiece el juego.
Camino por el muelle de madera, no como Bianca, sino como Gina Sald, la Queen de Florida.
Mis pasos son firmes, me acerco al yate deslumbrando autentica seguridad, aun cuando por dentro me siento aterrorizada. Un hombre esta en la entrada del yate, sujetando en su mano derecha un arma nueve milímetros. Me hace seña con la mano para que me detenga.

Lo que Aprendí de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora