Eché un vistazo a mi identificación.
Mi madre estaría encantada. Esto iba a lucir maravilloso en mis aplicaciones de la universidad.
Entre más servicio a la comunidad mejor, bueno, mientras que sea voluntario y no obligatorio. Me habían asignado el deber de leer a los niños hoy, como era mi primer día y no tenían a nadie más que pudiera entrenarme para los trabajos más difíciles.
Me bajé del ascensor en la planta de pediatría y tres de las almas que había pasado en la planta anterior se detuvieron a mirarme. Asentí con la cabeza a ellos.
— Hola. —dije, alegremente, y todos ellos parecieron sorprenderse.
Me volví y seguí las instrucciones que el voluntario de recepción me había dado.
No tardé más que solo unos segundos en darme cuenta de que la planta de pediatría se encontraba llena de almas errantes. Caminé pasando a unos niños en silla de ruedas mirándome con curiosidad. Sonreí y dije hola al pasarlos.
Mi corazón empezó a doler por otras razones que la de mi pérdida.
Ver las pequeñas sonrisas en sus rostros pálidos no fue fácil. Una niña pequeña con un largo, rizado y rojo cabello llamó mi atención.
Se paró en la puerta de su habitación de hospital mirando, no a mí, sino a ambos lados y detrás de mí con curiosidad antes de mirarme directamente a mí. Reduje mi andar y miré hacia atrás, dándome cuenta de que la mayoría de las almas a las que les había sonreído comenzaban a seguirme.
Ella podía verlos. Me detuve y estudié su pequeño y dulce rostro. Estaba de pie con el uso de lo que parecía ser un andador. Miró hacia las almas de nuevo y sonrió cálidamente, luego sus pequeños ojos me encontraron.
—¿Los ves? —Le pregunté en un susurro, temeroso de que alguien pudiera escucharme y pensar que estoy demente.
Asintió con la cabeza, haciendo que todos los rizos rojos rebotaran a su alrededor.
—¿Y tú? —Me preguntó en un fuerte susurro. Yo asentí con la cabeza.
—Genial. —Contestó, sonriente.
Le guiñé un ojo y luego seguí mi camino hacia la sala de actividad. No podía pararme a hablar con una niña en los pasillos sobre las almas que ambas podíamos ver, sin llamar la atención. Yo nunca había conocido a nadie más que pudiera ver a las almas.
Fue difícil el solo caminar lejos de su pequeña cara conocedora. Pero sabía que la vería de nuevo. Tenía la intención de encontrarla más tarde.
Encontré la puerta azul cielo con la frase “Hoy tú eres tú, eso es más que cierto. No hay nadie vivo que sea más tú que tú.” Dr. Seuss, en colores brillantes pintado en ella. Aquí era donde se suponía que debía estar.
La abrí e inmediatamente encontré la estantería de libros a la derecha. Me di la vuelta y le sonreí a las almas que me habían seguido dentro.
—¿Alguno de ustedes tiene una sugerencia? —Todas me estudiaron y algunas se deslizaron más cerca para mirarme o tocarme. Yo no podía sentirlas— ¿Nadie? —La habitación permaneció en silencio. Suspiré y me volví a los libros— Muy bien, voy a elegir uno yo mismo.
—Mi favorito es “Donde viven los monstruos” —Giré de nuevo, pensando que un alma por fin había hablado. Todas las almas veían a la pequeña niña de cabellos rojos desde el pasillo. Estaba de pie en la puerta, sonriéndome—. No van a hablarte, ya sabes. No pueden. —dijo al tiempo que entraba.
—¿No pueden hacerlo? —Pregunté mirando hacia abajo, hacia sus ojos que parecían más viejos que su pequeño cuerpo.
Sacudió su cabeza lentamente y suspiró.
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The Devil; VMin
RandomEnamorarse de la muerte aparenta ser una buena opción. ¿Lo es, no? ----- Historia Vmin 📖Primera Edición: "Enamorarse de la muerte no es tarea fácil"