Capítulo Tres

470 59 0
                                    


—Hola, Jimin, el Sr. Bang dijo que tenía que venir para hablar contigo.

El sonido de la voz de Namjoon pareció sacarme de la conmoción momentánea.

Si el señor Bang lo envió, es que él necesitaba algún tipo de ayuda académica. Sin embargo, no me sentía seguro de querer ayudar, ni tenía la intención de hacerle esto fácil.

Me las arreglé para expresar un "¿Para qué?" y esperé en silencio.

Kim se aclaró la garganta y se frotó las manos sobre las rodillas de sus pantalones, como si estuviera realmente nervioso.

—Eh, eh, bueno, —empezó a decir—, quiero decir, esto es, necesito algo de ayuda con la oratoria. No es lo mío y el Sr. Bang dijo que eras con quien debía hablar sobre cómo obtener un poco de ayuda. —Se quedó mirando al frente mientras hablaba.

Ni siquiera me miró. Realmente no me gustaba este tipo. Finalmente volvió su mirada hacia mí.

Seguro usaba todo el tiempo esa expresión lastimosamente esperanzadora con los chicos y las chicas, con el fin de conseguir lo que quería.

Mi estómago me traicionó y se estremeció afectado por sus suplicantes ojos grises de bebé. Odiaba que pudiera hacer que mi cuerpo reaccionara por él, de otra forma que no fuera para vomitar, por supuesto.

—Este es el primer día de clases ¿Cómo puedes ya necesitar ayuda? —Le pregunté con una voz que esperaba sonara molesta.

No era un chiquillo tonto que podía conmoverse por unos cuantos movimientos de sus largas pestañas, incluso si mi cuerpo no parecía estar de acuerdo. Sin duda, era mi imaginación ese ligero rubor en sus mejillas.

—Si, lo sé, bueno, el Sr. Bang y yo lo sabemos, pero voy a esforzarme. —dijo un poco a la defensiva.

Kim había sido siempre un buen estudiante. Había estado en algunas clases con él.

—¿Por qué ambos piensan que tienes que esforzarte? Claramente, no tienes miedo de hablar delante de toda la clase.

Él negó con su cabeza y fijó la mirada al frente otra vez.

—No, no es así. —Esperé, pero no dijo nada más.

Era interesante, me había intrigado.

—En realidad, simplemente no entiendo por qué necesitas mi ayuda. Escribes ensayos para las tareas asignadas y luego los expones oralmente. Sencillo, sin ningún tipo de presunciones, ni rodeos o ecuaciones difíciles.

Volvió la mirada hacia mí con una sonrisa triste.

—No es tan fácil para mí. —Hizo una pausa y actuó como si quisiera decir algo más, luego sacudió la cabeza y se puso de pie—. No importa, olvida que te pregunté.

Lo vi pasar por delante de la mesa de su club de admiradoras y dirigirse afuera por las puertas dobles. Por un momento, experimenté una punzada de culpabilidad, por ser tan duro con él.

Había venido a pedir ayuda y yo básicamente acabé burlándome de él. Levanté mi bandeja, enojada conmigo mismo por actuar como uni idiota. “Idiota” era parte de su descripción, no mía.

* * *

Mi mochila aterrizó en la mesa de la cocina con un golpe sordo, anunciando mi regreso. Me dirigí a la nevera. El jugo de naranja en el que había trabajado ayer, tan arduamente, sonaba bien.

—¿Jiminnie, cariño, eres tú? —La voz de mi mamá se escuchó desde el pasillo. Estaba acurrucada en un rincón de su oficina con una gran taza de café, escribiendo en su computadora. No tenía que verla para saber esto. Mi mamá es escritora.

The Devil; VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora