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188. En el mundo de los vivos

Abrir los ojos no siempre significa despertar. Haber dormido, tampoco es un sinónimo de haber descansado. La confusión mental, la oscuridad y el delirio recibieron a Jungkook de vuelta en el mundo de los vivos. Pero a él le costó varios minutos darse cuenta de que aquello estaba pasando de verdad. De que no había despertado ni en el cielo ni en el infierno. Sino en la misma cama en la que había dormido desde que había empezado a vivir en ese lugar.

La habitación estaba cerrada a cal y canto. El ambiente era ligeramente denso, pero el olor era una mezcla entre sangre y algún producto desinfectante. Su visión era reducida, pero, conocía tan bien aquella estancia, que unas cuantas formas y sombras bastaban para que supiera dónde se encontraban tanto él como cada cosa.

Sentía el aire entrar y salir de sus pulmones y le resultaba una sensación extraña. No entendía por qué. Pero el último pensamiento que había quedado incrustado en su mente era que iba a morir.

Estaba solo; tan solo como en el momento en el que había decidido quitarse la vida. Pero también estaba confuso, aturdido y girando en torno a ese único pensamiento que aún le seguía rondando por la cabeza. No era capaz de comprenderlo. Pero, la idea de seguir respirando, era algo que su cerebro no parecía lograr asimilar. No sabía por qué. Pero su mente le decía que todo había salido mal. Y que nada de aquello tendría que haber estado ocurriendo.

A pesar del aturdimiento, trató de mover la cabeza para poder ver un mayor porcentaje del entorno que lo rodeaba, pero lo descartó en cuanto notó un potente mareo arrasar con su mente. Sus ojos se pusieron en blanco de manera inconsciente y su pecho subió y bajó unas cuantas veces, tomando aire con desesperación. Se encontraba muy débil. Y, si no podía mover la cabeza, no intentaría mover ninguna otra parte de su cuerpo.

Notaba la garganta ligeramente seca, pero su boca y su lengua se sentían pastosas. Respiró hondo por la nariz y después hizo lo mismo por la boca. No entendía por qué, pero el mero hecho de respirar se le hacía difícil y costoso. No dejaba de ser un proceso automático, pero sentía que, con cada respiración, se le escapaban más y más las pocas energías que aún quedaban en su cuerpo. Era como estar agonizando. Pero, al mismo tiempo, tranquilo.

Deslizó su visión por la estancia, mientras sus pupilas se acostumbraban a la falta de luz, y también a estar poniéndose en funcionamiento de nuevo, y miró hasta donde sus ojos pudieron llegar. Estaba tumbado boca arriba sobre la cama, con los brazos y las piernas completamente estirados, además de un poco separados, de su cuerpo y entre sí, de manera respectiva.

Otro detalle que pudo ver, aunque sólo fuera a través de su visión periférica, fue que las partes internas de sus brazos, junto con las palmas de sus manos, estaban mirando hacia el techo. Y que unas líneas oscuras recorrían ambos antebrazos, desde los codos hasta las muñecas. Seguía confuso. Pero bastó que cerrase un momento los ojos para recordar.

La sangre. El dolor. Las heridas. La presión. El fin.

Había visto el fin.

Y, sin embargo, había vuelto a despertar.

Respiró hondo y mantuvo los ojos cerrados. Recordó la angustia, la ansiedad, ese dolor tan descomunal oprimiendo su pecho. Su cabeza embotada, su corazón herido. Recordó los cristales, recordó su reflejo... Y también recordó esa última imagen de Taehyung.

Taehyung.

Su corazón aceleró el pulso y su respiración comenzó a agitarse al acordarse de él. De sus golpes, de su sangre... De aquello que le había pasado porque él no había sido capaz de protegerle.

Red Velvet | Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora