IV.

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No importaba dónde mirara, ya había visto todo.

-Si mi tío no puede o no quiere hacer nada, entonces lo haremos nosotras. Iremos con el gobernador y si él no hace nada, iremos con el presidente, y si él no hace nada, iremos con el papa y si él no hace nada, invocaremos al Diablo, y si él no hace nada, haremos huelga de hambre, y si eso no funciona...

-Leslie. ¡Leslie! -grité, ella calló en seguida, bajo su puño y relajó su ceño. -No vamos a hacer nada, no me hicieron daño, sólo me asustaron, deja de buscar en tu copia de bolsillo de la constitución, asustar no es un delito.

Ella siguió hojeando el ridículo librito que era más pequeño que mi palma.

-Sólo quiero saber qué delitos cometieron, algo debieron haber hecho que esté penado por la ley. ¡Esos gitanos no saben con quién se metieron!

Rodé los ojos y me rasqué la nuca.

-Tal vez no tengan los permisos necesarios para tener un tigre. -murmuré aburrida mientras masticaba los trocitos de melón y papaya que mi madre me había preparado.

Leslie negó con la cabeza sin despegar la vista del librito.

-Mi tío se los pidió antes de darles permiso de instalarse, todos sus papeles están en orden. -hizo un puchero. -¡¿Por qué no puede haber una sección de circos y gitanos?! ¡Voy a tener que leer todo esto! -se quejó agitando en el aire el librito, que aunque era realmente pequeño, era grueso y tenía las letras más pequeñas que mis ojos habían visto, o más bien, que mis ojos habían intentado ver.

Vi a Liam acercarse hacia nosotros y rodé los ojos, no estaba molesta con él por haber huido de la función, la verdad, ni siquiera me importaba, hizo lo mismo que yo hubiera hecho si nuestros papeles hubieran estado invertidos, lo que me molestaba, era que llevaba todo el día mirándome con ojitos de borrego a medio morir, la culpa no lo había dejado ni hablar y lo poco que había logrado decirme había sido "perdón" una y otra vez.

Liam bajó la mirada y se sentó junto a Leslie en silencio.

Paul me dio un empujón en el hombro derecho y yo hice ademán de morder su mano, me rasqué la nuca riendo.

-¿Cómo estás? Me contaron que el viernes viste un lindo gatito. -murmuró burlándose. Yo le enseñé el dedo de en medio, el mismo que cada mañana adornaba con algún anillo, por si se prestaba la ocasión.

Poco a poco los demás fueron llegando y pronto la mesa redonda ya estaba llena. Fruncí el ceño, diariamente buscaba na mesa más alejada del resto, la que más arrinconada estuviera, sólo para que nadie más se acercara, pero los amigos de Leslie siempre conseguían dar con nosotras.

Una carcajada ruidosa y fingida me hizo torcer el gesto, miré a Ashley y ella me miró con ojos entrecerrados y rabia en la mirada.

Rodé los ojos, no lo entendía, si tanto me odiaba, ¿por qué venía con sus ruidosas amigas a mi mesa?

Como sea, rodeé los hombros de Paul con mi brazo y me incliné hacia él.

Paul había dejado de gustarme hacía algunos años, cuando dejó de gustarme Clearwater, pero Ashley estaba obsesionada con él y eso era suficiente para mí.

Él me abrazó también, riendo. Sabía mi pequeño juego.

-Meredith, por favor, perdóname. -repitió Liam. Lo miré con ojos entrecerrados y Leslie fue lo suficientemente rápida para arrebatarme el tenedor de metal de las manos. Me lanzó una advertencia con la mirada y yo rodé los ojos.

Me rasqué la nuca y empecé a hablar del nuevo disco de Marilyn Manson con Paul, asegurándome de estar muy cerca de él y de que Ashley lo notara.

Las clases pasaron sin que nada interesante ocurriera, sin que nada anormal pasara. Como siempre, como ayer, como la semana pasada, como hace dos años, como hace cinco años y, no quería alardear de adivina, pero igual sería mañana y pasado mañana, y la próxima semana, y en dos años, y en cinco años; por eso tenía que salir de aquí.

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Love, Valeria.

Hijo de la Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora