La quija

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Soy estudiante de medicina, por lo tanto, siempre me mostré incrédula ante las historias de fantasmas y leyendas de este tipo.

Mi círculo de amigos planeó una pequeña reunión para celebrar mi cumpleaños y el día de brujas juntos, ya que yo cumplo el mismo día.

Llegó el día, era un 31 de Octubre por la noche, llegó Ana, mi amiga la que siempre pasa a recogerme cuando se trata de fiestas y reuniones. Me subí a su Jeep nueva y emprendimos el camino hacia la cabaña de Rogelio, donde el y los demás seguramente ya estaban esperándonos por la hora que era.

-Llegas tarde.- Le dije a Ana.

-¡Güey! No es tan tarde, aparte, me retrase por ir a recoger la ouija que me prestaría mi prima.- Se justificó.

-¿Ouija? ¿Porque una ouija?.- Pregunté desconcertada.

-Si güey. ¿No sabias? Es para divertirnos un poco, nos la pasamos todo el año estudiando genética y patologías, es bueno distraerse un rato.

Me quedé callada. Tiene razón en que nos merecemos distraernos un poco, pero, ¿Una ouija?, ¡Por favor! Eso es para adolescentes, creo que ya estamos lo suficientemente grandes para andar jugando con esos juguetitos.

-¿Porque tan callada güey?, ¿Acaso te da miedo?- Me preguntó en tono retador.

-¡Já! ¿Miedo? No es más que un juguete, cosas de niños.-

-Es aquí, al fin llegamos.- Se bajó de la Jeep, fue a los asientos traseros, tomó la oiuja y...

-¡Rogeliooo...!- Gritó fuertemente.

Su repentino grito me hizo saltar de la impresión. Me reí de mí, por el hecho de haberme asustado con el repentino grito de Ana.

-¡Al fin llegan! Creímos que ya no vendrían... Pasen, tenemos hambre y estamos aburridos, por cierto ¿Trajiste la ouija?- Preguntó casi exigente.

-Claro güey, aquí la traigo.- Le respondió, haciendo parecer a la pregunta de Rogelio muy tonta y obvia.

Entramos a un cuarto, parecía como si fuese de niños, era espacioso y ordenado. Las ventanas eran grandes y no tenían cortinas, había dos camas individuales algo viejas, estantes y una lámpara con figura de una bruja que encajaba con estas fechas y celebraciones de Halloween. Ahí se encontraba el resto de nosotros, éramos Rogelio, Ana, Marco, Sofía, Juan y yo, Claudia. Estaban todos sentados en el piso formando un círculo, comiendo frituras y tomando gaseosas de lata. Se notaban entusiasmados con nuestra llegada o tal vez sea porque por fin llegamos con la dichosa ouija de la que todos estaban enterados, excepto yo.

Nos integramos al círculo en el piso, Marco nos ofreció botanas y sodas y estuvimos platicando de las materias, profesores, patologías extrañas y varios temas mas. El círculo que formábamos en el piso se situaba entre las dos camas individuales, pegadas a las paredes mas anchas del cuarto. Teníamos un buen espacio para hacer el círculo lo suficientemente espacioso.

Eran cerca de la 1:00 de la madrugada, no obstante nadie parecía tener sueño. Aburridos ya de la plática, hubo un breve silencio en el cuarto, y nos mirábamos unos a otros.

-¡Hey! ¿Y la ouija? Saquen la ouija y juguemos.- Dijo Juan interrumpiendo el silencio.

-¡Si! Ya me había olvidado de ella. ¡Juguemos!- Dijo Ana mientras sacaba la ouija de su caja y la acomodaba en el centro de nuestro círculo.

Todos nos acercamos curiosos. No sabia que pensar, me parecía una tontería esto de la ouija.

-Oigan, yo no creo que esta cosa funcione, es solo un mito y estrategia de mercadotecnia.- Me mostré escéptica ante el tablero de madera.

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