Prólogo

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Su respiración agitada resonaba en la habitación a medio vaciar, una maleta abierta yacía en la cama mientras un frustrado castaño de ojos azules lanzaba sus prendas a esta, enfurecido y cansado de su situación actual.

Para sus apenas 23 años; la vida no estaba yendo tan bien como esperaba, con la mitad de su carrera universitaria terminada y un novio manipulador y alcohólico que ya no soportaba tener en casa, así que, tras salir de aquella fiesta llena de drogas y exceso, tomó una de las decisiones más importantes de su vida en ese momento.

Cerró la maleta por fin y la observó soltando un suspiro de pesadez, logró bajarla de la cama y la arrastro hasta la sala, tan solo minutos más tarde su novio se dignó a aparecer; como era costumbre con más alcohol que sangre en su sistema y quizá sustancias ilícitas. Louis se preguntaba a sí mismo ¿Qué le había visto a ese tipo en primer lugar?

Observó detenidamente la maleta cerca de Louis y luego suspiró esbozando una sonrisa burlona, Louis enrojeció por la cólera, pero solo se cruzó de brazos esperando a que el chico idiota hablara.

— ¿Te iras? — Apenas pudo pronunciar — Después de toda la pena que me has hecho pasar, Tomlinson — Bufo.

— ¿La pena que te he hecho pasar? ¡Estabas besándote con un tipo en medio de la maldita fiesta! — Reprochó con evidente molestia.

— ¿Y eso que? Yo puedo hacer lo que me venga en gana, Louis — Rodó los ojos.

— Estoy harto de ti, Sam, estoy harto de perdonar tus infidelidades, tus malos tratos e incluso que ya intentaras golpearme una vez.

— No fue para tanto, no exageres — Arqueo una ceja tomando una postura amenazadora.

— Ya hice tu maleta, vete de mi casa — Señaló la puerta.

El hombre soltó una carcajada poco divertida y caminó tambaleándose hasta el castaño, este retrocedió por inercia hasta rodearlo y quedar esta vez más cerca de la puerta.

— ¿Sabes qué? Saldré un momento a caminar, cuando regrese no quiero que sigas aquí o llamare a la policía — Le advirtió por última vez.

Ignorando los murmullos de Sam, tomó sus llaves y envolvió una bufanda a su cuello para abrir la puerta por fin, una corriente helada golpeó su rostro enrojeciendo su nariz, hacía más frio que otros días.

Su mirada se postraba en el suelo mientras intentaba cubrir sus manos dentro de sus bolsillos, su ceño permanecía fruncido por el enojo que sentía, tal vez debió levantar la mirada mientras cruzaba la calle, tal vez debió escuchar el claxon de aquel auto que sonaba con insistencia.

Pero solo sintió como su cuerpo flotaba de un segundo a otro, como algunos de sus huesos tronaban y de pronto todo pareció volverse oscuro, sin sensaciones de nada, como un eterno sueño. 

HUESPED. HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora