Capítulo 12

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Jaehyun


Trataron de matar a Tae. Algunos imbéciles trataron de matar a Tae. ¡Mierda! Habían matado a Karina. Karina. Muerta. Conocía a la perra desde que era un niño. Karina, un jodido encanto, hermosa hasta la médula y la había jodidamente aplastado antes de que fuera impactada por una bala rival.

¡Mierda!

Una niebla roja empañó mi mente y estaba furioso. Quería hacerle daño a algo, golpear algo... matar a alguien... desesperadamente. Mis hermanos me miraron en busca de explicaciones cuando atravesé la barra. Yanyang, Johnny, y Lucas que eran Ghost Riders, quemaron la carretera después de que los hijos de puta se atrevieran a coger con sus hermanos. Pero yo no tenía respuestas. Sabía que todos cuidaban mi espalda, pero no pude centrar mi cabeza en otra cosa que no fuera Tae, no podía deshacerme de la imagen de Strony salvando la vida de Tae. Ese debería haber sido yo. La cagué y si no fuera porque Strony tomó una puta bala con su hombro, lo hubiera perdido.

No lidiaba bien con eso.

Una cosa era cierta; Tae nunca estaría lejos de mí otra vez. A la mierda tratar de hacerlo bien por él. Se alojaría aquí conmigo, en donde pudiera verlo... protegerlo. En el complejo estaba a salvo. Había hecho todo para no arrastrarlo de vuelta a mi habitación. Verlo sosteniendo su puto brazo lesionado viéndose diminuto y pálido en la cama de nuevo, me hizo casi explotar. Le había pedido que se duchara como un maldito nazi, incapaz de soportar mirar su piel perfecta manchada por la sangre y ser confrontado con la realidad de lo que podría haber sucedido. Lo qué le había pasado a Karina... maldita leal y desordenada Karina.

Y ahora aquí estaba yo: en el baño, recién duchado, vestido sólo con mis jeans, teniendo que enfrentar las consecuencias de actuar como un idiota total con el único perro que siempre había querido. Lo asusté. Podía ver el miedo en su maldita mirada de lobo. Me temía y era mi culpa.

¿Tae?

¡CRISTO, Tae!

Él estaba en cueros, su pene de color rosa se mostraba, su apretado culo redondo levantado, con los brazos agarrados a su espalda en sumisión y la frente apretada contra el colchón. Mi maldito chico estaba apoyado en la cama, listo para ser follado... ¡jodida mierda!

Me equivoqué. Lo que había sentido antes de este momento no era enojo; era un destello de molestia, un susurro de un ligero enfado. Tenía que ser, porque me estaba volviendo loco verlo esperándome en alguna pose víctima de algún bastardo abusivo; me tenía en el territorio de asesinar a sangre fría. A pesar de mis mejores esfuerzos, mi pene se endureció hasta que fue casi doloroso, ese anillo apretado era demasiado con que lidiar. Yo quería follar a Tae desde que se despertó en mi cama. Quise arrancarle las malditas ropas todo el maldito día y hundirme en su cálido agujero de color rosa. Sin embargo, cualquier imagen que había pintado en mi cabeza de cómo se vería desnudo fue superada por millares. Pero así, preparado de este modo para que abusara de él me hizo enloquecer.

¿De dónde demonios había salido? ¿Qué demonios le habían hecho en esa comuna? ¿Y por qué diablos se creía que aún tenía que hacerlo ahora? Y entonces los vi: capas de cicatrices en su espalda. Un montón de ellas. ¿Arañazos, marcas de cadenas, azotes? No lo sabía. Incapaz de verlo así, le espeté:

—¡T... Tae! ¡¿Que mierda?! 

Él no se movió. Ni siquiera una pulgada. Ni siquiera un estremecimiento. Moviéndome a la cabecera de la cama, golpeo mi puño en mi cabecera. Estaba fuera de sí. Perdido en alguna tierra la-la o alguna mierda. Mi mandíbula se apretó con rabia; la rabia se acumuló en mi cuerpo, haciéndome gritar.

El infierno de JaehyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora