CAPITULO III

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Los años fueron pasando, las tierras de los Swan eran mucho más extensas y prosperas y James Swan se había convertido en uno de los hombres más ricos y poderosos del lugar. Para ese momento su hija Emma ya era una niña de 10 años, tenía cabello rubio, ojos verdes y su piel era de un blanco pálido cómo el de su madre.
Estaba acostumbrada a los lujos, los sirvientes y prácticamente hacía lo que le venía en gana. Era un dolor de cabeza, sobre todo para Cora quien se encarga de su cuidado y crianza desde que era una bebé. Pero a pesar de todo Emma la quería, sentía mucho apego hacia la mujer, era su nana, la persona que se encargaba de todo en su día a día.

- Cora, cuando llegará Regina? Necesito que me ayude con mis cosas.

Cora había enseñado a Regina a cuidar de Emma. Apenas tuvo edad aprendió todo lo que su madre hacía, bañaba, peinaba y vestía a la niña Swan.
Regina tenía 13 años, era una adolescente y su tiempo para estudiar, comportarse y ser una niña había acabado. Ahora sólo le esperaba seguir los pasos de su madre y convertirse en una empleada, la sirvienta de la niña con la que compartió su educación, su casa, juegos y pijamadas.

Habían pasado 5 años, Emma tenía 15 años y Regina estaba por cumplir sus 18 años. La rubia se había convertido en una bella adolescente esbelta, delgada y con unos hermosos risos dorados, ya no era ese terremoto que le daba dolores de cabeza a sus padres, aunque continuaba siendo un poco rebelde.
Regina, un poco más madura que Emma aunque más bajita, tenía un precioso cabello largo y oscuro, unos ojos color chocolate tan profundos y enigmáticos que hacían que muchos hombre del pueblo ya voltearan a verla.

- Regina, no quiero irme! Quiero quedarme aquí contigo.

- Por favor Emma! Sólo estás asustada porque te enfrentarás a cosas nuevas, pero vas a estudiar mi niña, tendrás todas las oportunidades que muchas mujeres quieren y no tienen. Valora lo que Mary y el sr. Swan hacen por ti.

- Lo sé Regina pero no es eso... quiero que vengas conmigo!

Regina sonrió ante lo que Emma le acababa de pedir:

- No puedo cariño, ese no es mi trabajo. Además, en pocos días cumpliré 18 años y tendré que casarme

- NO!! TÚ NO TE CASARAS!!!

Regina miró fijamente a la rubia sin saber cómo reaccionar a esas palabras que sonaron a un fuerte reclamo

- Lo siento Regina, no debí decir eso ni mucho menos hablarte así pero es que siempre has estado conmigo y si te casas  ya no será así. Te iras de mi lado, ya no serás sólo para mí. 

La morena abrazó a Emma y le dio un beso en la frente mientras la ayudaba a quitarse la ropa, cómo lo hacía desde que era una niña, y se acostaron juntas en la cama cómo siempre, pero esta vez sintieron algo distinto quizás se debía a la nostalgia que ambas sentían porque pronto tendrían que separarse. 

Regina estaba en la cama con la rubia recostada sobre su pecho mientras que con sus dedos rozaba suavemente sus cabellos, sus mejillas hasta llegar a sus labios. Los rozó, los tocó, tomó la barbilla de Emma levantó su rostro y miró fijamente esos hermosos ojos verde que tanto le gustaban:

- Nunca me alejare de ti, siempre estaremos juntas, siempre cuidaré de ti, mi Emma.

Y así, acostadas una al lado de la otra, abrazadas y tomadas de la mano, Emma tuvo que conformarse con las palabras de Regina. No era suficiente, ella quería más pero sabía que simplemente era un imposible lo que ella sentía.

El paso del tiempo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora