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La mente de las personas es un tanto curiosa, como el océano; muchos conocemos a grandes rasgos sobre éste pero nunca podríamos imaginarnos las grandes maravillas o cosas perturbadoras que hay en el fondo.

Por naturaleza del hombre muchos son conformistas, para que existan los competitivos. Jungkook era uno de ellos.

Asociaba la mente con ser un ganador, 《Si tú mismo crees que puedes lograr algo, lo harás》.

Con ese pensamiento es que Jungkook consiguió tener su vida ideal; una bella esposa a su lado, una lujosa casa, billetes por montones, el auto que siempre deseó y muchas cosas más.

No obstante, su vida desde la adolescencia fue aburrida, sin emociones fuertes o un toque de adrenalina pura. Experimentó cosas como cualquier joven adulto, su primer encuentro sexual, fumar a escondidas en la universidad y escaparse de casa para asistir a una tonta fiesta llena de personas hormonales y sudorosas.

Pero algo faltaba, algo que lo llevara al bendito cielo, o a su vez, al jodido infierno.

— Que te vaya bien, cariño —Un beso estampó contra su mejilla derecha.

Jungkook le dedicó una sonrisa a su esposa, Eun-ji, a quien catalogaba como el amor de su vida. Ese día decidió ir a comprar un collar de perlas que había visto la castaña en una joyería una semana antes, sería un buen obsequio sorpresa.

Jungkook era un hombre detallista, le gustaba consentir los caprichos de su querida esposa.

— Hoy prepararé tu cena favorita, así que espero que llegues con suficiente espacio en el estómago —Dijo quitando una pelusa del saco de su marido.

— Eso es seguro, en el despacho no puedo comer sin estar rodeado de papeles –sonrió divertido—. Tengo que irme, preciosa.

Jungkook se despide de ella con un beso en los labios y camina hacia su coche con un maletín negro en su mano izquierda. Entra al automóvil, un Mercedes Benz color negro.

Todo lo que era se lo debía a él mismo, nadie más que él. El hombre intachable que todos conocían, que era un vivo ejemplo de cuán idealizados tenían a un partido perfecto.

Jungkook era un abogado reconocido, con unos principios y modales excepcionales. Tenía treinta y dos años, sin hijos de por medio o algún obstáculo en su camino. Él sabía cuánto valía, cuanto darían por él y lo bien conocido que era.

Jamás había sido criticado o insultado, excepto por su padre; fuera de ello, un sinfín de chicas morían por él, de eso estaba consciente.

Amaba a las mujeres, eran su punto débil. Antes de casarse tuvo muchas chicas como parejas, todas eran hermosas y la mayoría rogaban por quedarse con él, sin embargo, Jungkook se aburría, claro que no les decía, ¿Quién carajos haría algo así? Tampoco era un mounstro. Siempre llegaba un borde donde ya no era interesante conocer sobre la chica que cortejaba, y no sabía el porqué.

Estacionó el auto después de manejar por veinte minutos al bufete de abogados donde trabajaba.

— ¡Jeon! —escuchó al salir de su coche. Alzó la mirada cerrando la puerta de su automóvil y le sonrió al hombre que estaba frente a él—. Hombre, hace mucho que no te veía. ¡Parece que huyes de mi!

— Por su puesto que no, Hoseok —dijo estrechando su mano con la del rubio.

— La última vez que tuve el honor de charlar contigo fue —Miró al cielo y chasqueó los dedos al parecer recordando algo—... Exacto, fue en una aburrida reunión de ex-alumnos de la universidad.

— No tiene mucho de eso, puede que sea tan solo un año —caminó hacia la entrada del bufete—... Espera, ¿y tú qué haces aquí?

— No seas grosero —dijo con una expresión seria y Jungkook palidece—. Es broma Jeon, vine a invitar a Namjoon a tomar unos cuantos tragos en un club cerca de aquí.

UNHOLY / jjk&kth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora