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Sarah
Jamás voy a olvidar aquellas últimas palabras de mi madre, antes de que sus ojos se cerraran por última vez.
La última vez que miraba aquellas pupilas dilatadas.
Aquel color miel que tenía su mirada, además de la calidez que los hacía más brillantes.
Pensaba, en que jamás volvería a encontrarme con una mirada como la suya. Era casi imposible imaginarme otra mirada que no fuera la suya. No me atrevía.
Por mi mente solo recorría el pensamiento y las ganas de cerrar mis ojos y no abrirlos nunca más.
Que difícil será estar despierta y vivir sin ella. No quería.
Los primeros cinco días no los note. Fueron como segundos que pasaron rápidos. Quizás porque dormía la mayor parte del día y solo me levantaba para ir al baño. Ni siquiera me cocinaba.
Los siguientes tres días tenía que lidiar con mis tías, a las que les preocupaba mi paradero. Excusa tras excusa, ninguna tenía el valor de decirme que no tenían espacio en sus casas. Por alguna razón mi madre nunca tenía una buena relación con sus hermanas.
Pasaron tres días más cuando la puerta sonó. Dude en levantarme. Tampoco tenia fuerzas.

-dejaremos que lo pienses, pero tenemos que tomar una decisión Sarah-

Fueron las palabras con las que aquella empleada del servicio social se despidió.
Me quedé sentada en el último escalón de nuestra escalera. En donde todos los años, mamá y yo decorabamos con guirnaldas y luces en la época de navidad.
Quien imaginaria que aquellas luces no iban a volver a encenderse nunca más.

Decidir si tomar mis cosas y mudarme a un hogar para niños que también quedaron huérfanos como yo, o ir con familiares lejanos que no conocí nunca en mi vida pero que por obligación del estado debían haberse cargo de mi custodia.

Mi cabeza iba a explotar. De dolor, de angustia, de presión, y de ansiedad.

Pero solo respire, como si mi madre estuviera al lado mío como en aquellas noches en donde me costaban un poco más las cosas.
Respire hondo, como lo hizo ella en sus últimos segundos de vida, aprovechando cada suspiro para decirme cuanto me amaba.
Y recordé sus palabras. En especial las últimas.

"Sarah, no estas, ni estarás sola nunca"

Me atreví a tomar aquel sobre blanco, aquel papel que llevaba días sobre la mesa de la sala.

Dude varios minutos. Así como había dudado días.
Pero lo abrí. Y dentro de el había un escrito.

Esperaba encontrarme con alguna carta extensa de mi madre, despidiéndose y diciéndome palabras que sanaran lo roto que estaría mi corazón.
Pero no. Solo eran cuatro renglones, escritos con tinta negra y en la cursiva perfecta que mi madre tenía.

Solo basto leerlos para saber de que se trataba.
En el fondo hubiera deseado no abrir aquel sobre nunca. Pero ya era tarde.

"Sarah, tienes el derecho de conocerlo.
Luke Morrow, Los Angeles EEUU.
Avenida 16"

¿Soy hija de Luke Morrow?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora