Para Zee nunca en su vida fue tan difícil dejar la cama y dar inicio a sus oraciones del día como lo estaba siendo ahora.
El pelinegro sentía que su cuerpo dolía, tenía una punzada en la cabeza y le preocupaba que sus ojos pudieran estarse cerrando cuando estuviera en misa porque no logro dormir absolutamente nada. Y al decir nada, en verdad era así. No pudo pegar los ojos durante toda la noche debido al extraño suceso que se dio en la habitación de Saint. El problema no era que Saint lo hubiese besado porque él podría pedirle a dios que comprendiera las acciones del castaño y que solo era parte de su rebeldía, el verdadero problema era que él le correspondió el beso. Se había dejado arrastrar por el deseo, permitiendo que todas esas sensaciones se apoderaran de él. Sensaciones que un contacto como ese le habían provocado.
Recordó la temperatura de su cuerpo, la humedad de su boca y la inexplicable forma en que movió su lengua como si se tratara de un experto en el arte de besar.
¡Ay por dios! ¿Que fue eso? Tenía que confesarse, pero... El padre era el único que podía hacerlo y él no tenía suficiente valor para contarle que había pecado de esa forma y con su sobrino, no podía decirle, no cuando el padre confiaba ciegamente en él.
Mientras el padre oficiaba la misa de las cinco am, Zee comenzó a sentirse incapaz de levantarse para ir a comulgar. No podía hacerlo, no después de haber cometido semejante pecado. Su estomago empezó a ser una verdadera molestia y se estaba sintiendo mareado por todo lo que estaba experimentado.
-El cuerpo de Cristo- su tiempo se había terminado, estaba frente al padre, su máxima autoridad y una fila de seminaristas detrás de él, lo miraron con extrañeza al ver que él se estuviera quedando paralizado y no tomará la comunión de las manos del padre.
Fue un momento muy estresante para Zee, cruzo los dedos dentro de su túnica y tuvo que hacerlo.
-Amen- pronunció y regresó a su lugar. Una vez ahí, se arrodillo y con la frente apoyada sobre sus manos, no hacía más que pedir perdón a Dios.
"Lo siento tanto señor... realmente lo siento tanto" Decía sin control y ojalá hubiera podido decirlo a gritos, porque así se hubiera sentido menos culpable de comulgar.
El día fue una completa tortura en la que él mismo se imponía penitencias y rezaba frente a la cruz sobre su cama, deseando que en el cielo pudieran escucharlo y lo perdonará.
El silencio en su habitación se vio interrumpido cuando el padre llamó a la puerta, Zee se apresuro en abrirle.
-Necesito tu ayuda- el padre parecía un poco inquieto-. He solicitado que dejen salir a Saint, pero ahora él se niega a abandonar su habitación, sigue sin comer y no acepta ir a la misa de las siete, sabes que la misa de la noche es para los jóvenes.
-Lo sé padre- Zee no podía mirar al padre a los ojos, así que aprovechaba el nerviosismo del padre para mirar hacia otra parte-. ¿Cómo podría ayudarlo?
-Ve y habla con él. Pídele que coma y que asista a misa. Tienes que ayudarme.
- Zee seguía preguntándose qué había de especial en él para que el padre le confiará una misión tan compleja como esa.
-Quería decirle que no, que no podía contra ese pequeño demonio. Pero no estaba en posición de negarme, a una misión que dios me estaba poniendo enfrente.-De acuerdo, lo haré.- Respondió.
-Quiero ver a Saint en misa.- te pido que logres llevarlo.
-Si padre- me encargaré de eso.- respondió y el padre se retiró de la habitación del pelinegro.
Zee miro el reloj y vio que este marcaba las seis, no le quedaba mucho tiempo, sería algo complicado llevar a Saint a misa. Pero Zee tenía fe Dios sería su mayor apoyo con todo esto.
Antes de salir de su habitación rezó, y besó la cruz de su rosario.- inhaló y camino rumbo a la habitación del castaño mientras se encomendaba a Dios con toda la fe que siempre le había caracterizado.
Abrió la puerta con cierta cautela, estaba por llamar al castaño, cuando él se le adelantó y se abalanzó sobre él para abrazarlo.
-Eres único al que quería ver- Saint frotó su cabeza en el pecho de Zee y lo abrazo fuerte sosteniéndose de su cintura.
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MI DULCE PERDICIÓN
Fiksi PenggemarZee Pruk es un joven seminarista, él más aplicado de todos, nadie se imagino que podía desviarse del buen camino que lo convertiría en un sacerdote.