◇ Capítulo No. 11 ◇

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Saint no lograba dormir, se sentía como en medio de un sueño, uno tremendamente extraño en el que no sabia como describir a Zee, tenía dudas si realmente era un chico inocente y extremadamente sexy con un grande y delicioso pene, o solo estaba fingiendo, esos besos y en la manera tan cuidadosa en que lo acarició ¡Joder! Hicieron dudar a Saint.

Y... ¿Qué demonios fue ese beso en la frente? Fue tan inesperado, además los gestos dulces no iban con él, hubiera preferido un beso apasionado y lleno de saliva para intercambiar sus fluidos con los de ese hombre, pero ese beso, consiguió avergonzarlo porque sintió como si Zee lo tratara como un chico virginal y era jodidamente incomodo describirse a sí mismo de esa manera.

Saint estaba tan inquieto que ansiaba que ya fuera la hora de la misa para poder verlo. Por primera vez se integro a las actividades de los jóvenes y se entretuvo haciendo dulces típicos cuando otros lo ayudaban.

El tiempo le estaba pareciendo eterno.

Decidió caminar por uno de los pasillos reconociendo que, el lugar no era tan feo después de todo.

—Saint, que bien que te encuentro— ay no. Por favor, no ahora- pensó.

—¿Qué quieres Joss?

—He hablado con Zee, y me a dicho que has reflexionado mucho sobre tus acciones.

— ¿Eh? ¿A qué venía todo eso?

—Ah, sí. Supongo. Quisiera irme pronto de aquí, definitivamente he reflexionado sobre todo lo que hice.

—Te quedan 23 días. Puedes soportar un poco más, he llamado a mi padre y ya no está enojado contigo, está muy feliz de que dios te este ayudando a mejorar tu camino.

—Sí, es genial.

—Zee dice que no te interesa el sacerdocio, pero aún así me gustaría que te des la oportunidad de venir al seminario de vez en cuando ¿Qué dices?

—Lo debo pensar un poco.

—Bien.

Gracias a esa conversación con el padre, Saint pudo saber que Zee se encontraba en la capilla haciendo oración, así que tanto como sus piernas se lo permitieron, corrió hasta ese lugar y desde la puerta pudo verlo en una de las bancas, arrodillado y con las manos en la frente en la tercera fila.

Sin hacer mucho ruido se acomodó junto a él y Zee se sorprendió de verlo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Te buscaba. Eres lo único que me interesa de este estúpido lugar.

—Yo no quería verte. Estoy cumpliendo una penitencia autoimpuesta. Todo lo de anoche ha sido un pecado tras otro. Me he dejado dominar por la lujuria y estoy sumamente avergonzado con Dios— Joder, Zee estaba abrumado. Saint notaba la evidente preocupación en su voz. Parecía algo tan serio para él que ni siquiera tuvo el valor de sonreír descaradamente o hacer una broma respecto a eso.

Así que tomó la mano de Zee.

—¿A caso no es dios quien está ahí para amarnos como nadie más podría hacerlo?— Preguntó ay por favor, quién sabe de dónde sacó eso, pero era su mejor intento mostrándole comprensión, además Zee pareció reaccionar y mirar hacia el altar de la capilla—. Estoy seguro de que el podrá perdonarte. No te tortures más, lo de anoche ha sido... Culpa mía. Asumiré toda la responsabilidad de las acciones en pecado ¿Qué dices?

¡Joder! Esa expresión en la cara de Zee no era de ayuda, ese hombre lo volvería loco si continuaba mirándolo así.

Zee tomó el rostro Saint, ardiendo en el deseo de besarlo, era lo único que le importaba hacer, estaría bien con solo un beso, no tenían porque llegar a más.

—Eres hermoso Saint — Dijo.

¡¿Ehhh?! ¿A qué venía eso tan de pronto? Zee parecía hipnotizado, pobrecillo, quizá ni él mismo comprendía la lucha interna en la que estaba atrapado, una lucha en la que correspondía a lo que Saint sentía, pero al mismo tiempo se aferraba a la idea de dedicar su vida al sacerdocio.

—No tienes idea el efecto que tus palabras tienen sobre mí—dijo Saint y se acercó a los labios de Zee, al diablo con los pecados, estaban en la capilla, estaban en una de las bancas donde todos escuchaban la misa cada día y aún así... Saint sabía que podía hacer que todo se derrumbara dentro de Zee, lo sintió estremeciéndose por todos lados. Su cuerpo era tan honesto, que no podía ocultar la necesidad que tenía de estar con él.

Saint cubrió los labios de Zee con los suyos, lo hizo muy lento y la reacción de Zee fue casi instantánea, le entregó sus labios y Saint no podía hacer más que sonreír mirándolos con detenimiento, tentadores y suaves. Se humedeció más los labios con la lengua y volvió a tocar los de Zee con un roce sutil que los hizo suspirar. Saint abrigó su boca con la del seminarista, permitiéndose abarcar más allá de todo lo que les rodeaba. Comenzaron esa danza lenta y complicada que fue intensificándose hasta volverse casi violenta como si ambos quisieran arrebatarse la respiración. Zee dejo salir un jadeo en medio de la dura pelea, mientras que Saint mordisqueaba sus labios.

Se besaban intensamente, saboreando su paladar, la dulzura de su aliento, perdiéndose en una batalla entre lo carnal y lo divino. Siguieron besándose sin contar los minutos y cuando se separaron pudieron descansar sin separar sus frentes, ambos con los ojos aun cerrados, y con sus manos acariciando sus mejillas.

—Puede ser que haya encontrado mi conexión espiritual contigo— hablo Saint un poco sorprendido por decir algo así. Pero con tan solo un simple beso de Zee se sentía como si acabara de tener el orgasmo más intenso y poderoso que haya experimentado jamás. Saint se sentía flotando en el cielo, cerca, muy cerca de ese Dios al que Zee le rezaba.

—Me iré diecisiete días en una misión del seminario.- dijo Zee inesperadamente.

—¿Qué?— ¡No! ¿Por qué tenía que irse lejos de él?— Saint hizo un puchero y luego se relajó para fingir una sonrisa—. Cuando regreses, todavía estaré aquí esperándote.

—Eres perfecto— Zee beso la frente de Saint y lo abrazo… ¿Pueden creerlo? ¡Zee lo estaba abrazando! Saint sintió cada rincón de su rostro pintándose de rojo. Escuchó el latido de un corazón que no era el suyo y correspondió al abrazo apretando el cuerpo de ese hombre contra el suyo. Respiró su olor y lo memorizo para tenerlo bien presente en todos los días que no estaría junto a él.
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❤️💙

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