05| Una charla pendiente.

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05| Una charla pendiente.

—Oh, Tobías —exclama Sean como si se alegrara mucho de ver al mencionado. Yo estoy tan nerviosa que no puedo articular nada más que su nombre y Tobías observa al rubio falso como si no entendiera porque le habla con tanta confianza. Maldito loco —. Un gusto conocerte.

—No quiero ser mal educado pero… ¿Nos conocemos? —pregunta el castaño rascando su nuca apenado. Tan correcto.

—Soy miembro de un grupo de drogadictos que vino a rehabilitarse —mi prometido abre mucho los ojos al mirarme. Son  muchos años de conocernos, veo la pregunta plasmada en su expresión «¿Por qué te juntas con este?».

Le muestro una sonrisa, que parece más una mueca, en respuesta.

—¿Son… amigos? —interroga Tobías. Sean me observa, en sus labios se dibuja una sonrisa, y temo por lo que va a decir.

—Para nada. Somos… —desvía su mirada a Tobías —… conocidos. Solo de vista hasta hace 5 segundos.

A continuación muerde su labio inferior disimulando una sonrisa.

Que ganas de golpearlo.

Exhalo con alivio. Tengo que terminar con esto ya, antes de que Sean lleve su jueguito a otro nivel. Tomo la mano de mi prometido. Noto como la sonrisa del rubio desaparece al verlo, pero evito seguir torturandome pasando mi atención a los ojos azules de Tobías.

—¿Nos vamos? —suelto, y señalo la bolsa que sostiene con su otra mano —. Me muero por probar esos dulces.

—Claro —me sonríe y planta un beso en mi mejilla —. Hasta lue…

Se dispone a despedirse de Sean, sin embargo, él ya nos había dado la espalda y se alejaba de nosotros. Suspiro profundamente antes de mostrar mi más grande, y falsa, sonrisa de enamorada para marcharme con mi futuro esposo.

*

—¿Recuerdas a la profesora Douglas del instituto? —cuestiona mientras andamos por la extensión de tierra del huerto destinada a cultivar flores.

—Por supuesto, Geografía era mi asignatura favorita —recuerdo. Tobías asiente chasqueando los dedos como si de repente él también recordara.

—Pues tengo una profesora que me recuerda a ella. Hace esa cosa que ella solía hacer cuando nos daba las calificaciones —rio rememorando las muecas de Douglas —. Nos mira por encima de los lentes mostrando sus dientes superiores como si fuesemos algo repulsivo. También huele a rancio igual que ella, como si no se duchara en días.

—¿Qué enseña? —pregunto.

—Cálculo.

—Ugh.

—Sí, “ugh” —me imita y reímos.

Él se aclara la garganta y dirige su vista al cielo. Inhala y exhala despacio antes de detenerse junto a un rosal. Se voltea y me observa en silencio. Intento esperar hasta que decida hablar. No quiero decir algo que acabe con el ambiente sereno que hemos creado en esta última media hora, no quiero dejar de pensar que, tal vez, si funcione nuestro matrimonio. Sin embargo, percibo que se le dificulta soltar las palabras que tiene en mente. Como si él tampoco quisiera arruinar el momento con lo que sea que tiene que decir.

—¿Qué sucede? —inquiero.

—La boda es en diez días—informa. Siento un nudo formarse en mi garganta y la opresión en el pecho aparecer, pestañeo varias veces para quitar el picor que provocan la lágrimas acumulándose en mis ojos.

—Genial —cuando siento que las lágrimas escapan de mis ojos doy un salto y lo abrazo. Acomodo la cabeza en su pecho.

—Me alegro que estés contenta. Estaba muy nervioso por tu reacción.

Tú y Yo, Hasta Que La Muerte Nos Separe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora