10| Cena doble

149 22 10
                                    

*Preparen pañuelos...

— ¡Aquí están! —el chico desquiciado que el otro día se había lanzado a un tronco para conseguir setas alucinógenas estaba de pie en la entrada —. Sabía que las había visto entrar aquí. El culo flaco de Nadia es inconfundible.

—Traigo toga, Mason, mi culo no se ve.

—Solo te molestaba. Te conocí por las botas.

— ¿Qué quieres?

—Coger. Pero ya que no tengo con quien me conformaría con que movieras tu trasero hacia el comedor —. No tenía tantas ganas de llevarme algo a la boca desde antes de que me dejaras estar entre tus piernas.

—Ya quisieras tú —La pelinegra bufó y pasó por el lado de Mason para salir al corredor.

Yo la seguí negando con la cabeza.

Para ser sincera yo también empezaba a tener hambre, pero todavía teníamos un problema que resolver.

Aumento mi velocidad para llegar junto a Nadia y la detengo agarrándola por un hombro.

—No hemos escondido esto —Expongo el bolso deportivo colgado de mi hombro.

—Cierto —Hace una mueca como si ya hubiese olvidado este "pequeño" detalle —. Tengo una idea.

Vuelve sobre sus pasos hasta llegar a Mason que ya se acercaba a nosotras. Me quita el bolso y lo pone contra el pecho del moreno.

—Guárdalo en la biblioteca.

—¿En la biblioteca? —cuestiono.

—Sí, lo recuperaremos cuando tengamos que ir a limpiarla. Es nuestra terapia ocupacional —me aclara y se voltea hacia Mason una vez más. Le agarra el rostro con una mano y le susurra al oído —. Como se que vas a revisarlo debo advertirte que se exactamente lo que hay. No intentes divertirte solo.

Se aparta de el y comienza a caminar en dirección al comedor una vez más.

*

El comedor está más o menos como siempre. Solo han cambiado los manteles por unos más oscuros.

Como debemos cumplir con un horario coinciden un buen número de personas aquí. Ahora también los del grupo de rehabilitación.

Casi sin darme cuenta, lo primero que hago es buscar a Sean. Planeo sentarme lejos, pero cuando tenemos nuestra comida Nadia se dirige a esa mesa directamente. Claro, allí están las personas que conoce.

No protesto porque sería raro dado que finjo que no lo conozco de nada y, ¿por qué te molestaría estar en la misma mesa de alguien que no conoces? Además de que nos sentamos en la misma mesa, pero no enfrente, y con unos cuantos puestos de distancia.

Comienzo a comer evitando mirar a la izquierda a toda costa. Interactúo con Nadia pero en realidad todo el tiempo estoy pensando en eso. En que Sean está a mi izquierda, me está mirando, y yo no debo mirar.

Sin embargo, lo hago.

Miro.

Pero él no está.

Está su comida, pero él no.

Pienso en donde podrá estar en el justo momento que siento que algo roza mis piernas por debajo de la mesa. Me inclino y aparto un poco el mantel pero al ver de que se trataba lo vuelvo a dejar caer.

—¿Qué pasa? —pregunta Nadia antes de llevarse un poco de su comida a la boca.

Giro mi cabeza hacia ella con mi corazón latiendo tan fuerte que lo siento retumbar por todo mi cuerpo.

—Nada.

—Y ¿Por qué respiras así?

Siento un roce en el interior de mis muslos.

—Es que... Hace calor aquí dentro ¿no?

—No.

—Pareces asustada. El aspecto de la sopa no es para tanto.

Unas manos comienzan a mover mis rodillas para abrir mis piernas.

—Tienes razón. Pero es que... —trago para ahogar un jadeo —. Esta maldita sopa.

Nadia sigue en lo suyo y yo intento disimular mi situación para que nadie más se de cuenta.

Dejo caer "accidentalmente" el tenedor y me inclino para recogerlo.

—¿Qué cojones haces, Sean?

—Solo quiero cumplir con lo que prometí en el confesionario.

Pienso a toda velocidad que hacer para que Sean se detenga sin que se enteren todos los presentes de que tengo a un chico de rodillas delante de mi debajo de la mesa. Sin embargo, que Sean estuviese subiendo la toga para dejar mis piernas al descubierto no me ayudaba a concentrarme. Mucho menos que luego clavara la punta de los dedos en mis muslos para tirar de mi, dejándome sentada en la orilla de la silla. Expuesta ante él.

Yo inhalaba con fuerza y exhalaba por la boca mas seguido de lo que cualquiera consideraría normal, lo que no escapaba de la pelinegra a mi lado.

—La toga me está sofocando un poco —me excusé —. Es que hoy... Dios —exclamé tapando mi rostro.

Sentí como Sean apartaba mis bragas a un lado antes de acariciar mi centro con sus dedos de arriba abajo, e introducirlos en mi posteriormente.

Me descubrí la cara mordiendo el interior de mi mejilla para que los gemidos no salieran de mi boca. Mi respiración era errática y se ponía peor a medida que los dedos entraban y salían de mi con más rapidez.

Nadia me observaba con mala cara.

—Dios,... no agradecimos por los alimentos —mascullé como pude.

—Nunca hemos hecho eso, Edén, ¿qué te sucede?

Noté como Sean abría más mis piernas. Luego su aliento caliente sobre la sensible piel de mi intimidad. Solo de imaginar lo que venía me sentí débil. Me recosté en el respaldo de la silla y cuando sentí su boca hacer contacto con la entrada de mi vagina agarré el mantel entre mis puños con mucha fuerza. Cerré los ojos mientras percibía perfectamente los movimientos rápidos y certeros de su lengua. También cuando sumó sus dedos.

Estaba sentada, pero me parecía que iba a desmoronarme. Me sentí liberada y, con una larga exhalación, también relajada. Entre mis piernas se percibía un vacío, y eso solo significaba que Sean había decido volver a su lugar en la mesa. Volteo hacia allí y lo veo aparecer. Me devuelve la mirada y con algo de encaje rosa da toquecitos en la comisura de su boca como si fuese una servilleta.

Mis bragas.

Ni siquiera se en que momento me las quitó.

—¿Nos vamos?

Pregunta Nadia y sobresaltada me giró hacia ella.

—¿Ya han terminado de comer?

—Sí, todos hemos comido —eleva una de las comisuras de su boca y mira sobre mi hombro —. Algunos hasta doble ¿Cierto?

Me deja petrificada en mi lugar y comienza a caminar en dirección a la salida.





Tú y Yo, Hasta Que La Muerte Nos Separe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora