Capítulo XXI.

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Caelum et infernum.

Seguimos a Belfegor hasta la habitación donde estaban Gabriel y Amon, por cómo nos había dicho aquello parecía estar preocupado, y eso era extraño, pues Belfegor tenía una peculiar relación con el demonio de la ira, pero quién se miraba intranquilo era Asmodeo, que incluso pasó de Belfegor con rapidez. Yo ya me había puesto el traje como debía, cubriendo mi parte superior, y aunque estaba molesta porque nos jodieron el acto, el bienestar de Amon me preocupaba mucho más.

Ya estábamos frente a la puerta de la habitación, Asmodeo tomó la perilla y la giró con impaciencia, cuando abrió la puerta se lograron escuchar unos gemidos, y no eran precisamente de placer, eran de dolor, y eran roncos, así que supuse que eran de Amon. Cuando atravesé la puerta lo vi, estaba postrado en la cama, pero luego empezó a moverse de un lugar a otro, sudaba exageradamente y gemía, algo le sucedía y no era algo bueno, parecía sufrir. Miguel y Sebastián lo tomaban de los hombros intentando que no se moviera demasiado, pero hacer aquello se estaba volviendo una tarea difícil, Amon tenía mucha fuerza.

Annie estaba parada en una esquina viendo aquello, horrorizada, y no entendía el por qué, hasta que noté la mano de Amon, aquella quemada que la lanza le había provocado se había extendido por casi todo su brazo, ya no tenía su piel pálida, era una piel gris, áspera con un aspecto putrefacto que despedía humo, era como si su carne se estuviese consumiendo por una llama invisible. Asmodeo al ver eso miró a los ángeles que intentaban controlar a Amon, pero luego su entrecejo se frunció, alguien faltaba ahí con nosotros.

—¿Dónde está Gabriel? —preguntó, y nadie supo que responder, excepto Miguel.

—Se fue. —respondió con esfuerzo, pues estar haciendo fuerza para detener al demonio y hablar a la vez se le dificultó.

—¿Se fue?, ¿a dónde? —exigió Asmodeo— Se supone que siempre está detrás del culo de Amon, y tendría que estar aquí.

—En verdad no lo sé, si lo supiera yo mismo la buscaría, pero no sé. Cuando llegué a la habitación para hablar con Amon ella no estaba. Pero por el momento no importa, ayúdanos a controlar a Amon. —espetó.

Asmodeo se acercó a ellos, y les pidió que dejaran de tomar de hombros a Amon, pues él se encargaría de hacerlo, cuando los ángeles se apartaron sus manos tomaron con fuerza sus hombros y lo presionó contra el colchón de la cama, pero Amon estaba inquieto, se movía con rudeza de un lado a otro, parecía como si estaba poseyendo el cuerpo, una escena salida de El exorcista.

—Deja de moverte tanto maldita sea, no entiendo como pudiste ser tan imbécil como para tocar la lanza.

El amarillo de los ojos de Amon se intensificó y miró con fijeza a Asmodeo, por un momento se quedó quieto, totalmente estático y sonrió, una sonrisa que dejó a la vista unos colmillos amarillentos y filosos.

—Vete a la mierda. —rugió y lanzó una mordida al aire, fue un sonido grave que salió de su garganta con fuerza, gutural y horroroso que sería capaz de asustar a cualquier mortal.

Y luego de decir aquello sus movimientos fueron más bruscos, Asmodeo no tuvo otra alternativa que ponerse encima suyo a horcajadas para detenerlo, y al menos logró hacer que no se moviera tanto, pero ahora esos gemidos de dolor se habían vuelto gruñidos estruendosos que seguramente se escucharían por todo el motel. Verlo así me hacía pensar que en cualquier momento se transformaría en ese demonio grotesco que me acosó en sueños.

—¿Qué haremos?, es muy difícil controlarlo. —dijo Annie angustiada, Sebastián estaba a su lado, mirando aquella escena tan espantosa.

—¿Los brujos y brujas no pueden hacer algo?, tu Annie, con tu magia, ¿no puedes controlarlo? —pregunté yo.

Asmodeo & Amon © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora