Capítulo II.

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Mi estúpida mala suerte.

—Levántate ya, vamos a llegar tarde. —ordenó mi madre mientras corría la cortina de mi habitación dejando que la luz inundara el lugar.

Yo gruñí por lo bajo y me tapé aún más con las sábanas. ¿Era mucho pedir dormir unos minutos más?, pues sí, fue mucho pedir, demasiado diría yo.

—Charlotte, no lo repetiré una vez más, arriba. —dijo ahora con potestad.

—Es sábado, déjame dormir. —pedí mientras seguía resguardada bajo las sábanas.

Pero a ella le importó poco, tomó con rudeza mi sábana y la jaló hacia abajo, quedé totalmente expuesta, con mi pijama claro, de top y shorts con ositos, muy cursi, lo sé, pero era cómodo.

—¿Sabes qué hora es?, no quiero que digan que eres impuntual. Es tu responsabilidad ir a esta hora a la iglesia señorita.

Rendida ante la insistencia de mi madre, me levanté de mi cama quedando sentada en la orilla. Un zapato...que interesante, me le quedé viendo por unos largos segundos, con mis ojos achinados por lo dormitada que estaba en el momento, no me gustaba levantarme a las seis de la mañana para la primera congregación, y luego de eso la catequesis que tenía que brindarles a los niños, ¡yupi!, el mejor día sin duda.

Sí, es sarcasmo.

Cuando mis orbes verdes vieron con más claridad a mi madre, noté que ella ya estaba vestida, un vestido negro, que llegaba mil dedos bajo su rodilla, bueno no, pero era muy largo, para su edad, vestir así la hacía ver mucho mayor, pero, en fin, eran sus gustos.
Vi mis pantuflas de ositos, sí, tenía toda una colección de cosas con osos, ¿algún problema?, soy fanática de ellos, lo admito. Cuando me las puse por fin y me levanté algo sonámbula divisé a mí torpe hermano apoyado en el marco de la puerta con sus brazos cruzados mirándome fijamente.

—¿Ositos?, ¿en serio Charlotte? —y se rio a carcajadas, muy gracioso— Pareces niña de cinco años. —y siguió riendo.

—No te ahogues, eh. —y le mostré mi magistral y angelical dedo medio, por suerte mi madre no vio, pero Jasper se mostró ofendido, eso me divertía.

—Bueno ya dejen de decir tonterías, Jasper termina de colocar bien tu corbata, y tú. —me miró fijamente mientras dejaba un vestido blanco con cinturón negro alrededor de la cintura en mi cama y abajo de este unas zapatillas negras— Vístete, no me hagas repetirlo.

Bufé, pero no tenía alternativa más que sufrir con esa vestimenta, el vestido no estaba mal, ¿pero vestido en un día frío?, era algo ilógico. Les miré a ambos y sus caras expresaban un "¿qué?"

—¿Piensan que me cambiaré frente a ustedes? —les pregunté cruzando mis brazos, estaban ahí, mi madre en mi habitación y Jasper seguía en el marco de la puerta— Me cambiaré y saldré rápido, lo prometo.

—Está bien, tienes diez minutos, apresúrate o llegaremos muy tarde.

Y dicho esto ambos se fueron, yo me dirigí a la puerta y la cerré en seguida, algo que agradecía fue la ocurrencia de mi padre de mandar a colocar baños en cada habitación, no me imagino compartiendo el mismo baño con Jasper, puaj, que asco de solo pensarlo.

Tomé una toalla y caminé hacia el baño para darme una muy relajante ducha, de una hora, ah, no podía, porque según mi madre solo tenía diez minutos para asearme y vestirme, ¿me creía acaso la chica más rápida del mundo?, bueno, no, eso me pasaba por ser tan holgazán. Terminé de bañarme por fin y salí del baño, con rapidez y no importándome si me había colocado al revés el vestido me lo puse, lo revisé y por fortuna, todo estaba en orden, puse mis zapatillas y coloqué el cinturón.
Ahora solo faltaba cepillar mi cabello, así que fui hacia mi mini tocador que tengo desde hace once años y lo peiné hasta que quedara prolijo, o como sea, ya era tarde y debía darme prisa.
Bajé las escaleras y ahí estaban mi madre y mi hermano esperándome, los dos con los ceños fruncidos y una mirada de absoluta desaprobación. ¿Ahora qué?

Asmodeo & Amon © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora