Capítulo X.

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Él volvió.

NARRADOR OMNISCIENTE.

—Por favor, no me toque, deje que me vaya, le juro que si lo hace no diré nada. Por favor.

La chica sollozaba con una voz a punto de quebrarse y quién estaba ahí con ella solo soltó una carcajada, se acercó lentamente y con su mano tomó su mentón con rudeza, obligándola a verlo, ella no podía hacer nada, estaba atada de manos y pies, totalmente frágil ante él.

—¿Crees que te dejaré ir tan fácil? —cuestionó y la soltó de golpe haciendo que quedase cabizbaja.

—No he hecho nada, Señor A–

—Cállate.

Le ordenó seguido de una muy sonora cachetada, el rostro de la chica se volteó y sus ojos empezaron a expulsar finas lágrimas que se mezclaban con el delineador negro de sus ojos cual caía por sus mejillas ya enrojecidas, siendo la viva prueba de que unas grandes manotadas la habían azotado. El hombre que estaba ahí con ella se acercó aún más, y se hincó quedando a su altura, la había amarrado de una manera infame, manos y pies juntos, sujetos solo por una cuerda que se sostenía de la parte de arriba de aquella habitación mugrienta y mal oliente, dejando que su pecho estuviera a solo centímetros del suelo, la mordaza estaba en su cuello, pues antes había estado en su boca para hacerla callar. El sujeto llevó su mano a su mejilla, y la acarició con malicia, la chica solo cerró sus ojos, evitando el contacto visual, él acercó su rostro al suyo, justamente sus labios hicieron contacto con su oreja.

—Me gusta que no hablen, no soporto las súplicas baratas, los llantos y los gritos de aquellos que merecen ser castigados. —y separó su rostro del suyo, para quedar frente a frente— Mírame.

Pero ella no obedeció, se quedó así, viendo hacia el suelo, y él empezaba a molestarse, le molestaba que no hicieran lo que él pedía, y eso traía consecuencias.

—¡Haz lo que te pido maldita sea!, ¡mírame niña estúpida!

—Por favor, le juro por Dios que no he hecho nada, ¿por qué me hace esto?, ¿por qué a mí?

Preguntó, ya con su voz en un hilo, él sonrió y dio una leve palmada a su mejilla para luego levantarse y caminar hasta donde una mesa estaba, encima de ella había un crucifijo, un rosario y una extensa variedad de cuchillos y otras armas corto punzantes, pasó su mano derecha por sobre estas, viendo cual sería la indicada para usar en aquella ocasión.

—Sabes, niña. Hay muchos que desean que limpien sus almas para ir al paraíso con un pase libre, y por fortuna aquí estoy yo, para hacerlo, soy como el ayudante de Dios, si quieres verlo así.

Pareció dar con el indicado, una pequeña cuchilla de color blanco, un regalo de su padre ya muerto cuando él tenía tan solo diez años. La tomó y observó como si fuera un trofeo o una reliquia familiar muy importante. En la punta tenía una cruz tallada de color más gris que el resto del metal, jugó con ella mientras se volteaba y caminaba de un lado a otro, pensando en que poder hacerle a la chica que estaba frente a él.

—Pero yo no he pecado. —volvió a decir la chica, sin dejar de llorar— Siempre he sido fiel a Dios, a la iglesia, y a usted.

—No querida. —negó con su cabeza, haciendo un sonido extraño con su lengua— Y aquí no permitiremos a las personas como tú. Ya ha habido varios, uno se fue, Hunter estará a punto de hacerlo, y Charlotte, aún falta para que salde sus deudas con Dios.

—Charlotte, ella debe estar en mi lugar, ella ha cometido más errores que los míos, ella ha desafiado a la iglesia, y a sus creyentes, ¡ella debe ser la que esté aquí, no yo!

Asmodeo & Amon © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora