Llama su atención desde la primera vez que lo ve. No se ha esforzado en no desentonar en ese ambiente. Sudadera negra con capucha subida y vaqueros desgastados son un auténtico foco de atención en un lugar donde manda la etiqueta y el decoro, y el negro elegante es el que brilla bajo la luz de las lámparas de araña. El ruido de sus baratas deportivas blancas resuena sobre el mármol pulido y trabajado diariamente.
—¿Quién es? —Raoul no pierde el momento y detiene con su voz grave al vigilante que le ha pedido la identificación al nuevo desconocido.
—Sr. Vázquez, —el chico inclina la cabeza mostrando el respeto que ese nombre merece. —Tenía una tarjeta de invitación pero no me ha dado más información.
Raoul le da permiso para abandonar la habitación y vuelve a reclinarse en el sillón Chester de terciopelo rojo. Estira su mano y le depositan un vaso bajo con hielos y un líquido marrón claro, casi tan dorado con su mirada. Mira al chico que le ha acercado la bebida. Miguel, cree que se llama, es guapo. Piel oscura y cabello rizado lo suficientemente largo para poder tirar sin ningún problema. Devuelve su atención al chico de la capucha. Lo localiza en la barra de enfrente, hablando con la camarera que no puede evitar sonrojarse y reír coquetamente ante la mirada del joven.
—¿Lo conoces? —Es Miguel, que se ha acercado a su regazo y ha empezado a dejar tibios besos en su cuello.
—No tienes permiso para hablar. —Le da un pequeño azote que resuena por encima de la suave música clásica que llena el lugar.
Raoul aleja la mirada del joven que, lejos de avergonzarse, se ha acercado más al otro cuerpo y ha comenzado a rozarse de forma sutil. Siente los ojos de alguien más sobre su cuerpo. El chico de la sudadera ha girado su cuerpo y le mira con curiosidad, fijando su mirada en el cuerpo que se mueve sinuoso sobre el sofá. Raoul no duda en sujetar los rizos del chico y acercarlo a su boca. Lo besa sucio, todo lengua y saliva, sin separar ni un momento la mirada del otro chico, que sonríe y niega con la cabeza, girando en su silla y consultando su móvil.
—Vete.
—Señor. —Miguel se levanta inmediatamente, mostrando una formada erección debajo de un mono de tela de encaje que no puede ocultar nada.
Raoul observa. Es lo que más le gusta hacer cada vez que viene. Mirar a la gente relacionarse, interactuar, ver como surgen contratos personales entre todo tipo de personas dentro de la intimidad que proporciona este lugar. Hoy es el chico de ojos oscuros el que ha despertado su curiosidad, pero se aburrirá pronto de él. Hasta que desaparezca por la puerta de la mano de otro hombre o mujer.
El primero que prueba a acercarse es el sr. Mendoza. Un magnate del petróleo que se acerca a la capital cada vez que puede. Es un asiduo pero no el mejor cliente. El chico lo rechaza con elegancia y una sonrisa, parece que tiene infinidad de ellas para regalarlas por doquier. Don Fernández de los Olmos, un marqués con más nombre que ambición, prueba suerte minutos después, consiguiendo una aceptación a la copa que le ofrece y una tímida caricia en el brazo. La sudadera del chico ha desaparecido en algún momento que Raoul se ha perdido, embobado con los movimientos de sus manos cuando habla con Miriam, la rubia camarera que acaba de cambiar de turno.
—Se te ve interesado.
—Me has asustado, Enric. ¿Lo conoces?
—No. Nadie sabe quién es ni cómo ha entrado. Si no lo sabes tú a estas alturas, es que el chico es un auténtico fantasma.
—El vigilante me ha dicho que tenía una invitación pero no ha aceptado hablar con nadie, solo parece interesado en las camareras. —Ve a Enric llamar a Miriam y como esta se acerca, dejando al desconocido mirando hacia ellos. Le pide una copa a la chica después de acariciar su mejilla con cariño. —No hagas eso. —Le recrimina Raoul.
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Kudhabi
FanfictionUn club y muchos secretos se dan cita en esta historia de sexo, amor, amistad y traición. Dos personajes que no tienen nada en común se verán atrapados entre las mentiras que esconde la noche más elitista de la capital.