Epílogo

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Raoul mira el reloj por tercera vez desde que ha entrado en el club. Son más de las diez y la fiesta ya está más que avanzada. La música es electrónica, de esa que tanto le gusta a su chico y tanto detesta él. Puede ver la plataforma donde el DJ pincha un tema tras otro, sin parar un segundo ni pensarse en bajar el ritmo. Parece que al resto de la gente le gusta porque bailan llevados por el ritmo, o se rozan sobre el enorme sofá rojo que preside la sala. Varios de los espejos de la sala oval recrean imágenes sacadas del imaginario del Decamerón de Bonnaccio. Imágenes sensuales y sexuales que se mezclan con las luces intermitentes y de varios colores que recrean la sala.

Pide un nuevo whisky, esta vez rebajado con un poco de agua con gas, al nuevo camarero que han contratado. Bueno, nuevo para él porque es la primera vez que lo ve trabajando en una fiesta. Aún espera poder ver a Marcos apareciendo por una de las puertas secretas del club, con su tímida sonrisa y esa altura que lo conquistó casi nada más verlo.

Si mira alrededor todo parece igual, pero él sabe que no es así. Hay tantas cosas diferentes: las nuevas cámaras de seguridad, la alfombra nueva que sustituye a aquella donde cayó Agoney con el cuerpo de Israel encima, la nueva barra con nuevos camareros y nuevas personas de seguridad. Lo que no ha desaparecido es el agujero en el techo del disparo perdido de Israel. Raoul no sabe las veces que ha dado las gracias de que ese disparo esté en el techo y no el pecho del canario.

Y hablando del canario, un nuevo mensaje entra en su móvil. Siente la vibración en el bolsillo del pantalón pero no le da tiempo a mirarlo. La puerta principal del club deja entrar algo de luz que ilumina una figura que conoce bien. Está algo más grande, más fuerte en hombros y piernas, pero sigue siendo él. También su ropa es diferente, ahora ha abandonado sus eternos vaqueros y sudaderas por los trajes de vestir oscuros con tirantes, aunque sin perder las suaves camisetas de algodón. Y Raoul no se va a quejar porque le pone mucho verlo así vestido. Lo observa bajar las escaleras del club, con paso rápido y sin prestar atención a lo que ocurre a su alrededor.

—Te he avisado de que llegaba tarde.

Raoul le enseña el móvil, con una cobertura que va y viene en esa zona de la sala. Lo vuelve a guardar en su bolsillo y mira al otro chico con detalle.

—¿Y tu máscara?

—¡Joder! —Agoney se lleva las manos a la cara y se frota el rostro con fuerza, gesto que hace siempre que está cansado. —Me la he dejado en el despacho del periódico.

Raoul hace un gesto con la mano y el camarero se acerca a él rápidamente, observando al moreno y sonriéndole con picardía. Agoney le devuelve la sonrisa y recibe un pisotón de parte del rubio que no le toma de improviso, sabe como tocarle las narices rápidamente.

—Ve donde Ricky y dile que te dé mi caja.

El joven desaparece bajo la atenta mirada de los dos chicos que se han quedado en la barra. Raoul se gira cuando lo ve desaparecer por una de las puertas. Se cruza de brazos y espera que Agoney entienda que es su momento de explicarse.

—La culpa es de Álvaro. —Pero Raoul se mantiene totalmente imperturbable ante las palabras que salen por la boca de Agoney. —Le he llevado el artículo y había un par de cosas que no le gustaban. He tenido que modificar un par de cosas y entonces las fotos de Paula no encajaban bien y...

—¿Estás hablando del artículo que era para el dominical del fin de semana y que podías haber entregado mañana durante todo el día? ¿Ese artículo?

Agoney tiene la decencia de sonrojarse pero no esquiva la mirada de Raoul, sabe perfectamente que el chico no está realmente enfadado, solo que no le gusta que siempre llegue tarde cuando quedan ellos dos solos.

KudhabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora