7. El pensamiento circular

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—Hola. —Si las palabras de Agoney tienen un efecto en Raoul, no lo parece. Sigue con el semblante serio, el mismo que se le ha quedado cuando se ha dado cuenta que la persona al otro lado, no es la que esperaba.

Agoney aprovecha para observarlo. Va descalzo y puede ver como los vaqueros están totalmente deshechos al final, los pantalones deben tener mil años y haber vivido mil aventuras junto al chico, porque se adaptan a su cuerpo como un puto guante. Sube un poco más la mirada y llega hasta un jersey verde que ha visto mejores momentos seguro, pero que aparenta ser suave entre los dedos. Los pectorales de Raoul se marcan bajo la fina tela y Agoney jura que puede imaginarse el tacto de los mismos en la punta de sus dedos. Deja escapar un suave jadeo del que Raoul no se debe dar cuenta, porque está seguro que le hubiera dicho algo.

—¿Qué haces aquí? —Cuando Agoney oye de nuevo su voz, la siente grave y profunda. Muy parecida al tono que le había escuchado la noche anterior, muy parecida al tono que suena en su mente muy de vez en cuando. —¿Cómo has sabido llegar?

—Tengo muy buena orientación. ¿Puedo pasar?

Raoul se hace a un lado y espera a que el moreno se adentre en la casa para poder pulsar el botón de cierre del ascensor. Observa a Agoney, tan casual como siempre, con una sudadera y unos pantalones vaqueros negros. Tiene el pelo despeinado y puede intuir un pequeño arañazo que empieza a salir en la base de su nuca, lo observa con curiosidad y un poco de suspicacia. Tiene la información de Álex todavía muy presente en su cabeza como para fiarse de Agoney.

»¿Puedo sentarme? —Agoney señala el sofá pero Raoul le indica con un gesto de su cabeza que no, que mejor se acerque a la barra americana de la cocina. —¿Una cerveza, una coca-cola?

—¿Me vas a decir de una vez qué haces aquí? No tengo la paciencia que te crees que tengo, Agoney.

Agoney sonríe cuando lo ve sacar un botellín de cerveza de la nevera y abrirlo con movimientos rápidos y certeros. Se la acerca a través de la barra y se cruza de brazos, esperando que Agoney se decida a hablar. Se hace un poco más el interesante, bebiendo de la botella y acariciando con sus dedos las gotas de agua que caen por el cuello de la misma. Siente la tensión bullir en el ambiente pero se siente seguro así, se siente más seguro con Raoul enfadado y él controlando la situación.

»No tengo toda la puta noche, Agoney. Habla o vete. Mañana tengo muchas cosas que hacer.

—Vale. Vale. —Y alarga el momento porque realmente no sabe cómo explicar a que ha ido a esa casa. —He tenido un día un tanto raro.

Oye a Raoul bufar y se fija en su cara. El gesto le hace gracia y le provoca un pequeña sonrisa. Parece que no es el único que ha pasado un mal día.

»La cosa es que he quedado con un amigo para... bueno, ya sabes. —Raoul ahora lo mira atentamente, sonrojado ante las imágenes de Agoney follando con otro que se cuelan en su mente. —Y no ha sido todo lo que esperaba.

—¿Has tenido una mierda de polvo y vienes a echarme la culpa a mi?—Raoul ha adquirido rápidamente una postura más agresiva, más controladora. Cree intuir lo que quiere Agoney.

—No ha sido una mierda de polvo. Me he corrido. Pero...

—¿Qué?

Agoney lo mira y se plantea si realmente quiere decirle a Raoul lo que ha pasado por su mente. Llega a la conclusión de que puede decirle solo aquellas pequeñas cosas que no le van a implicar a ningún nivel. Suspira y lo mira fijamente.

—No... no he sentido eso que tú dices que debería de sentir. No he sentido las ganas ni el deseo. Ha sido como un trámite...

—¿Cuánto ha durado? —Las preguntas de Raoul le parecen frías, más clínicas de lo necesario. Puede ver interés en su mirada pero su cuerpo sigue siendo un témpano de hielo que no le transmite ninguna emoción.

KudhabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora