3. Sin vergüenza

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Agoney mira por la ventanilla, es el único sitio al que piensa dirigir su mirada en todo el viaje. Raoul le produce sentimientos tan encontrados que prefiere no enfrentarse a ellos. Está seguro que lo odia. Pero la imagen que le ha creado Álvaro se quiere hacer un hueco en su cabeza. ¿Puede ese chico ser un feroz empresario y a la vez un joven con sueños? Agoney lo dudaba pero ahora ya no está tan seguro de sus ideas.

—La señora Díaz me ha pedido que te enseñe todo el club.

La voz de Raoul saca a Agoney de su ensoñamiento. Asiente un par de veces con su cabeza pero no dice nada más, se limita a observar un lluvioso Madrid pasar silencioso detrás de los cristales blindados del coche.

»El Kudhabi es un club muy grande. Y esconde muchas sorpresas.

El tono utilizado por Raoul, diferente en esas últimas palabras, provoca que Agoney gire su cabeza y dirija su mirada al chico rubio. Raoul está tecleando rápidamente en su móvil, podría parecer que chatea enérgicamente con alguien pero Agoney alcanza a ver una aplicación de correo electrónico aunque es incapaz de distinguir el destinatario del mensaje que está escribiendo el chico.

—¿Qué tipo de sorpresas?

Raoul deja de escribir y lo mira. Agoney intuye una pequeña sonrisa en los labios del joven y siente como su estómago se contrae ante esa imagen. "Es hermoso." Es el único pensamiento racional que pasa por su cabeza, pero lo rechaza rápidamente. No puede bajar la guardia y menos con Raoul Vázquez.

—Sorpresas para las que espero que estés preparado.

Con estas últimas palabras, el coche se detiene. El chófer se baja y abre primero la puerta de Raoul, prestándole un paraguas como el que utilizó para acercarlo a él al coche tan solo unos minutos antes. Segundos después su puerta se abre y el mismo chófer le espera con el paraguas abierto. Raoul le espera a tan solo unos pasos, debajo del pequeño tejadillo de la puerta trasera del club, resguardado de la ligera lluvia que no ha parado de caer desde esa tarde. Agoney llega hasta allí y simplemente carraspea, intentando llamar la atención de Raoul, que continua revisando sus correos electrónicos con el ceño bastante fruncido. Lo siente suspirar y guardar el aparato en el bolsillo interno de su chaqueta. La mirada de Raoul cae entonces sobre el cuerpo de Agoney por primera vez desde que se conocen. A Agoney le gusta que le miren, se sabe atractivo y no se acobarda ante los exámenes visuales. Pero hay algo en la mirada de Raoul que le hace encogerse sobre sí mismo, como si el rubio pudiera ver dentro suya y descubrir hasta sus más íntimos secretos.

—¿Algún problema con mi ropa? —Decide cortar el momento Agoney, provocando otra sonrisa en Raoul. "Es la segunda vez que le hago sonreír." No sabe por qué, pero eso le hace sentir bien.

—Ninguno. Vas mejor que la última vez, aunque espero que mejores tu vestidor si vas a seguir viniendo por aquí.

—Lo voy a hacer. —Raoul lo mira ahora, sin dejar mostrar ni una de las emociones que le pasan por la cabeza o el cuerpo. —Seguir viniendo, digo. Lo del vestuario me lo pensaré.

—Toma. —Raoul saca de su bolsillo una pequeña tarjeta negra con un nombre y un teléfono. —Es mi sastre personal. Seguro que puede hacer algo con... esto. —Y señala el cuerpo del moreno, dejando claro que no le gusta para nada lo que tiene delante.

—Imbécil. —Susurra Agoney, guardando la tarjeta en uno de los bolsillos de su americana.

—¿Decías algo? —Raoul se gira hacia él y le mira a los ojos. Son dorados y brillan con un poco de malicia.

—Nada, nada. Qué si entramos ya. Hace un frío de mierda.

Raoul desvía su mirada hasta la boca del otro chico y asiente suavemente con su cabeza. Abre la puerta trasera utilizando una tarjeta metálica y deja pasar primero a Agoney. El chófer desaparece detrás de ellos con el paraguas y se monta silenciosamente en el coche.

KudhabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora