9. Un buen día

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Intenta concentrarse pero no lo consigue. Raoul lleva desde la madrugada del sábado recreando en su mente las imágenes de Agoney. La verdad es que fue una noche complicada.

Todo comenzó con la llegada al club. Raoul llegó tarde porque había quedado con Álvaro en pasar a buscarlo, pero a este se le alargó el trabajo en la editorial. Así que cuando llegaron, el parking trasero estaba lleno de coches negros que no conocía. Ricky fue quien lo interceptó en la puerta y le explicó los "pequeños" cambios que había efectuado Enric en su ausencia. Álvaro lo frenó cuando iba a salir disparado de la sala de control. Iba a matar a Enric. La culpa era suya, claro que lo era, no tenía que haber dejado a su amigo que se encargase de nada porque sabe del gusto estrafalario que puede llegar a tener.

Cuando entró en la sala, todo era mucho peor que lo que le había descrito Ricky. La música machacona y las chicas bailando en las tarimas, los rusos fumando puros y riendo, produciendo sonidos desagradables que se oían por encima de la música.

—Ven aquí. —Agarró a Enric del brazo y tiró de él a la zona donde se había sentado Álvaro. —¿Qué se supone que es esto?

—Relájate, Raoul. —Enric lo sentó de un pequeño empujón en los hombros en el sofá de terciopelo. —Son solo pequeños cambios para convencer a los rusos. Los tengo ya a punto de firmar. Es un gran negocio, te lo prometo, amigo.

—¿Y las chicas? ¿De dónde han salido?

Enric hizo un movimiento con su mano, quitándole toda la importancia a ese detalle. Quería que Raoul se centrase en otras cosas.

—No te preocupes, tú disfruta con Álvaro. Hay barra libre y le he dado la noche libre a Miriam, así que te tienes que servir tú lo que quieras. Pero por ser vosotros os voy a traer los mejores combinados que hayáis probado.

A Raoul no le dio ni tiempo a contestar. Cuando se quiso dar cuenta, Enric ya estaba detrás de la barra sirviendo un whisky carísimo y mezclándolo con un refresco. La risa de Álvaro a su lado fue la que lo sacó de su empanamiento.

—Te tiene controlado, menuda artista.

—No me fio de él, Álvaro.

—Haces bien en no hacerlo. No lo pierdas de vista.

Aceptaron las copas y se pusieron a hablar de sus asuntos: la rutina del periódico, los nuevos edificios en construcción de la empresa de Raoul... Estaban tan metidos en la conversación que no se enteraron del momento en que Álex se sentó con ellos, ya con una copa en la mano.

—Pensaba que nos invitabas a una de esas famosas fiestas secretas. Esto lo veo cada noche que tenemos que cerrar algún club de mala reputación. —Álex suelta sus palabras mientras intenta acercar su mano al pelo de Raoul para despeinarlo.

—Mejor déjalo, Álex. —Le dice Álvaro, parando el movimiento de su brazo. —No está para muchos chistes ahora mismo.

—Pues creo que va a estarlo menos dentro de unos segundos...

—¿Por qué... —Pero Álvaro se quedó con las palabras en la punta de la lengua cuando vio como la puerta se abría de nuevo y aparecía un enfadado Agoney que arrasó todo con su mirada hasta centrarla en el rubio sentado entre sus dos amigos.

—Vuelvo ahora. —Raoul se levantó y se dirigió hacia la puerta que acababa de ser cerrada por Agoney.

Sabía que iba a tener que discutir y justificarse ante él, pero no pensaba que fuera a ser tan fácil. Al final, Agoney le ha dejado claro lo que quiere y es jugar. Ha venido a jugar y no le importa nada más. Si es sincero consigo mismo, se ha excitado enormemente cuando ha visto la furia en sus ojos y se le han ocurrido varias cosas que podría hacerle si ambos dejasen de lado su estúpida norma de no tocarse. 

KudhabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora