Errores, dulces errores

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Akemi

¿Qué cojones he hecho? 

Se supone que Simon, el mejor amigo de la persona que está dormido justo a mi lado, prácticamente desnudo, es mi novio. No me siento culpable, ni lo más mínimo, no me arrepiento. De hecho con Lucas me he sentido muy completa, pero es un error, un fantástico error, que por mucho que quiera volver a repetir lo que sucedió anoche, no puedo hacerlo. Simon es mi novio y le quiero.

¿Le quiero? Le quiero. 

Me respondo a mi misma sin darme tiempo a pensarlo.

Miro alrededor, observando mi propio cuarto, desordenado. La ropa de ayer está tirada por el suelo, las margaritas que llevaba en el pelo descansan en la mesa del tocador, las sábanas están muy removidas, como si hubiera pasado un huracán.

Llevo puesta la camiseta de fútbol del equipo favorito de Lucas, él lleva solo sus boxers negros. Está tumbado boca abajo, con un brazo bajo la almohada y el otro sobre mi estómago, abrazándome.

Miro hacia la puerta, el cerrojo está sin echar. Lo que significa que he dormido toda la noche sin el cerrojo echado, ¿cómo es posible? 

Trato de levantar el brazo de Lucas para huir, necesito huir, pero él gruñe y me abraza más fuerte, rodeando mi cintura con fuerza, para mantenerme junto a él. Su cuerpo desprende calor, lo que me proporciona un sentimiento de comodidad y seguridad.

No. Basta. Tengo que alejarme de él, o volveré a caer en sus encantos. Me volveré a enamorar de él, y no estoy dispuesta a volver a salir tan lastimada como cuando me abandonó, o todas las veces que me ilusionó, o como todas las veces que me dijo que me odiaba.

Levanto su brazo con delicadeza, intentando que no se despierte y lo poso con el mismo cuidado en la cama, para después salir a hurtadillas de mi habitación, hacia el pasillo. Con el mismo cuidado que he utilizado para abrir la puerta, vuelvo a cerrarla tras de mí. 

Bajo las escaleras teniendo cuidado con mis movimientos, tratando de no hacer ruido para despertar a Lucas, o a cualquiera que esté durmiendo en la casa.

Entro en la cocina, desperezándome, deshaciéndome del sueño, encontrándome de frente con los tres mosqueteros, que me miran como si acabase de salir de una película de terror o en una portada de revista de cotilleos.

    -¿Y bien?- Me pregunta Jayden enarcando las cejas con una sonrisa ladina.

    -Nada, ha sido un error que no se volverá a repetir.- Le respondo seria, haciéndoles entender que no quiero hablar del tema, que no quiero que se mencione.

    -¿Quieres desayunar?- Pregunta el alegre Ethan. -Alice aún duerme, se quedó hasta el final del paratido.- Asiento, mientras él me sirve café y me pone delante un plato de tortitas.

Están buenas, no me voy a quejar, cocina mejor que yo, pero... ¡están quemadísimas! Parecen carbón, pensé que era sirope de chocolate. De todas formas las engullo, metiéndome trozo tras trozo, sin pararme a respirar, por una parte para no pensar en que realmente están malísimas, parece que las haya cocinado yo, y por otra parte para encerrarme en mi cuarto y olvidarme de este horroroso paseo de la vergüenza. 

    -Come tranquila, nadie te va a robar la comida.- Me dice Jason con sarcasmo rodando los ojos.

    -Ya lo sé.- Le respondo igual de sarcástica. -Lo siento Jason, estoy cansada.- Le respondo poniendo la excusa más absurda del mundo entero, he dormido como un tronco, esta noche ha sido la noche que mejor he dormido. Me he sentido más segura incluso que cuando dormía con Tamara.

    -Buenos días.- Lucas, es él, lo sé sin tener que girarme, reconozco su voz, su espléndida y profunda voz.

Me doy una bofetada mental.

En el nombre de todo lo que odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora