Tres mosqueteros

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Akemi

-Detente.- Digo jadeante alejando su cuerpo del mío con mis palmas empujando su pecho. Lucas apoya su frente en la mía, pero me bajo de la encimera de un salto, poniendo los pies en el suelo, alejándome de él lo máximo posible. -Esto está mal, Lucas.- Los ojos de Lucas aún destellan en lujuria lo que me cabrea. Siempre me ha odiado, ha huido de mí y ha jugado con mis sentimientos como ha querido, ¿por qué ahora le intereso tanto? Fácil. Atracción física, supongo que su lado de mujeriego no se le quita ni siquiera cuando está a punto de ser padre, supuestamente, pero hasta que no demostremos que Samantha miente, ese bebé es muy real.

-Akemi no hagas esto.- Sus ojos siguen envueltos en esa excitante lujuria y pasión que me llama a cometer pecados. Trata de acercarse a mi, pero retrocedo, para mantenerme lejos porque sé que si se acerca ya no podré detenernos.

-Lucas, esto está mal, y no me gusta ni un pelo que me uses como forma de desahogo.- Su semblante se vuelve serio y deja de acercarse, parándose en seco.

-Así que eso es lo que crees.

-Eso es lo que sé.- Su mirada se torna furiosa.

-Púdrete, siempre fuiste un simple juguete para mi.- Justo en el blanco. Duele, noto como esa llama me consume, volviéndome muy volátil e indefensa, las lágrimas amenazan con aparecer en mis ojos, pero las contengo, como si a una gran presa de agua rota la intentaras contener con un poco de cinta americana.

-Eres un auténtico capullo Lucas Smith.- Con un agujero de bala que me deja el pecho abierto salgo enfurecida de la cocina, dando grandes zancadas, para encerrarme en la habitación, con el cerrojo incluido, y tirarme a la cama a llorar, escondiendo la cara entre los cojines.

Cada lágrima me arde al caer y cada sollozo me desgarra la garganta, me duele, ¿por qué? Hace tiempo que ya había pasado por esto, ya había llorado por este capullo, ya le había olvidado románticamente, solo quedaban odio y cenizas de lo que pudo haber sido y no fué.

Lloro durante horas, lloro tanto que me duele la cabeza y mi vista está nublada al igual que mi mente, no quiero salir de mi habitación, no quiero que me vean así. Tengo los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

Miro el móvil, son casi las nueve, lo que implica salir de mi cuarto para ir a la cena con el Doctor, pero no tengo ni ganas ni hambre.

Le envío un mensaje al Doctor para no asistir a la cena, no quiero llamarle porque sé que tendré la voz rota y no quiero preocuparle. Me excuso diciendo que me encuentro mal y tengo mucho que estudiar para los exámenes, al Doctor parece no importarle y me dice que me mejore descansando lo suficiente. Odio mentirle, odio mentir a todos, pero lo único que hago es mentirles y ocultarles cosas a todas.

Alguien toca mi puerta.

-¿Akemi?- La voz suave de Ethan me saca de mi nublada mente. -¿Puedes abrirme la puerta?- Me levanto de la cama y con pasos dudosos me dirijo hacia la puerta, dirijo mis manos temblorosas al candado, para deslizarlo, quitándolo y después desbloqueando la puerta, que se abre, dejando a un preocupado Ethan delante de mí.

Escucho gritos en la planta de abajo, una de las voces es de Lucas, suena muy furioso, pero hay alguien aún más furioso que él: Jayden, que le grita sin pudor alguno. Una tercera voz se suma, creo que es Jason, su voz es más profunda y grave que la de los otros dos, él también está gritando, metiéndose en lo que parece ser una discusión a gran escala.

-¿Te importa si paso y hablamos dentro?- Ethan me ofrece una sonrisa. Asiento y me aparto a un lado para dejarle pasar, cuando lo hace cierro la puerta y me vuelvo a sentar en la cama. Ethan se sienta a mi lado y me toma de la mano. -¿Estás bien?- Le miro.

En el nombre de todo lo que odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora