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1998

Los meses habían pasado muy rápidos, Jessica se había vuelto cercana a nosotros, y su familia también. Mi madre había hablado con su familia, al parecer su madre y la mía se habían vuelto cercanas.

Estaba saliendo de la escuela, mis clases habían terminado y para mi suerte era un fin de semana sin tarea. Ya tenía planeado todo lo que quería hacer este fin, y todo lo quería hacer con Jessica.

- ¡Daniel! – una voz pequeña y gruesa captó mi atención, desvié mi cuerpo y cabeza hacia donde provenía la voz y ahí la vi a ella, Jessica, corriendo con los mechones de cabello oscuro se le alborotaban y su vestido blanco todo desgastado se movía libremente.

-Jessica ¿Qué haces aquí? – pregunté mientras de mi mochila sacaba una botella de agua para darle.

-Sabía que esta era tu hora de salida, y quería venir a verte.

Le di la botella y ella la recibió para después beberla.

En este tiempo, Jessica y yo fortalecimos nuestra amistad. Ella dice que soy su mejor amigo y la verdad es que ella también es la mía.

- ¿Solo eso?

Asintió.

- ¿Habría otra cosa? – preguntó ella.

-Tal vez algo relacionado con tus padres – ella me miró sorprendida, parece que le habría dado al clavo, pero por supuesto es Jessica, así que negó.

-No, para nada – puso una mano al pecho y la otra la alzó – esta vez no es nada de eso.

-Confiaré en ti.

-Puedes hacerlo.

Los dos nos fuimos a mi casa caminando mientras charlábamos de distintos temas.

-Después papá corrió hacia mi y me dijo...- pude notar como ya no tenía la atención de Jessica, ella miraba a otro lado, específicamente mi árbol que estaba frente a mi ventana, o al menos eso creía – ¿Jessica? – su mirada junto con su atención volvieron a mí.

-Lo siento, es que en tu árbol hay cuervos.

- ¿Qué tiene?

- ¿No crees que son muy lindos? – de su vestido, en una pequeña bolsa sacó un papel que al descubrirlo contenía pedazos pequeños de pan.

-¿Qué haces? – pregunté confundido.

-Les doy de comer.

Ella destrozó por pequeñas migajas el poco pan que traía y después comenzó a tirarlo alrededor del árbol.

-¿Ellos bajaran? – Jessica asintió - ¿Cómo sabes que tienen hambre?

-Todo el mundo tiene hambre.

-Yo no.

Ella se quedó mirándome como si hubiera dicho algo malo. Su mirada cambió totalmente y después dijo:

-Pues entonces tienes suerte.

Dos vidas un alma #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora