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2001

2 de Agosto.

Era aun muy temprano y no estaba muy seguro de que Jessica estuviera despierta ya. Abrí mis ojos delicadamente y me quedé en silencio esperando escuchar un ruido que proviniera de arriba de la cama, esperé dos minutos hasta que la vi asomándose por la ventana y segundos más tarde me hice el dormido de nuevo porque sentí su mirada en mí.

Llanto.

Eso fue lo único que escuché. Su triste llanto.

Pareciera como si tratara de llorar en silencio, pero es Jessica, no hace silencio y la verdad es que eso no me desagrada, pero a ella sí. Quería darle consolación, pero no sabía cómo, muy en el fondo sabía que si me acercaba a ella en estos momentos de mi no saldrían las palabras que ella necesitaba escuchar.

Pasó media hora. Media hora de llanto. Media hora fue lo que mis oídos y corazón estuvieron sufriendo. Al despertar – quise decir levantarse bien – ella y yo nos dedicamos una sonrisa.

-Buenos días, pequeña.

-Buen día – parecía avergonzada – muchas gracias por dejarme quedar, lo agradezco mucho, pero ya es hora de irme.

Sentí una desilusión dentro de mí, por alguna razón no quería que se fuera.

- ¿Estás segura?

Su respuesta fue tardada -bastante tardada-.

-Estoy segura, de todas formas, muchas gracias.

La acompañé a la puerta, quería aprovechar cada segundo a su lado. En el camino nos encontramos a mamá, que de seguro ya había estado lista desde temprano. Empezaron a charlar un poco, pero sé que mi madre siempre se inspira hablando así que dije:

-Mamá, ella ya se tiene que ir – las dos me observaron y mis nervios crecieron – gracias por dejar que se quedara, es solo que...

-No tienes que darme explicaciones, hijo, sé lo que ocurre – la miró – y tu caso – quiero que sepas que eres bienvenida aquí cuando quieras y lo necesites.

Jessica no pareció sorprendida después de todo.

-Muchas gracias, pero ¿Cómo que mí caso? ¿Hay un caso de mí?

Jessica estaba confundida a pesar de saber la situación.

-Mi niña, la mayoría del pueblo conoce tu caso, es muy conocido lo que pasa con tu familia, las paredes tienen oídos.

Su confusión fue hacía mí. ¿De verdad Jessica no sabía nada? ¿No tenía idea de que era parte de la familia más hablada?

-Ya veo – dolor. Dolor en sus palabras – supongo que no hay nada que hacer.

-Como me gustaría que pudieras vivir con nosotros.

-No se preocupé, tengo fe en que algún día todo esto se solucione y probablemente ese día llegue pronto.

Amaba esa parte de ella, como siempre veía lo positivo, aún cuando las cosas a su alrededor se estaban quemando, ella siempre busco agua para apagar el fuego.

-Me encanta como siempre ves el lado positivo – no pude ocultarlo.

La abracé por un rato hasta que ella decidió cortar el abrazo.

-Bueno, me tengo que ir, de nuevo les doy las gracias por todo.

- ¿No te quedas a desayunar?

-Me encantaría, pero no, aunque no lo crean necesito saber cómo están mis padres.

La tomé del brazo para que aún no se fuera, ella me miró con rareza.

-Antes de que te vayas, más tarde ve a buscarme en el río, asegúrate de traer una botella, algo con que pintar y papel-

- ¿Para qué?

-Confía en mí.

-Ya lo hago.

Dos vidas un alma #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora