2."Debe aprender a controlarse, señorita"

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La voz de Kilian Black se había instalado en la mente de Indara, como un agresor de su espacio personal. Ella sabía que los habitantes de Sallow Hill odiaban a los forasteros, ellos tenían sus propios hábitos y costumbres, pero jamás imaginó que el nivel de arrogancia lo desbordaría el dueño del hotel en el que viviría.

El recepcionista, cuyo nombre era Will, pareciese que era el único medianamente amable en ese sitio. Los demás trabajadores se limitaban a cruzar cualquier tipo de contacto con ella, eran muy reservados en su trato.

La habitación que le proporcionaron resultó ser más acogedora de lo que imaginó. Ya no sentía ese frío arrebatador que le enchinaba la piel. Además, dentro de ese cuarto estaría alejada del señor Black.

Lo que tenía de atractivo, lo tenía de prepotente.

<Está prohibido subir al último piso>

Recordó su advertencia y esa parte curiosa que tenía se despertó. ¿Qué habría en el último piso del hotel? ¿Por qué la expulsión era el castigo ante el quebrantamiento de la regla?

Realmente, Indara no quería problemas. Tenía claro su propósito, ser la doctora del pueblo y ayudar a los que la necesitaran. Debido a esto, respetaría las imposiciones que estableció Kilian Black.

Ya había dormido lo suficiente después de un relajante baño. Se aproximaba la hora de la cena y la barra de maní que ingirió horas atrás había desaparecido de su estómago. Recorrió el dormitorio adaptándose a él. Todo era lóbrego, excepto por el edredón blanco que cubría su cama.

La decoración era de un estilo gótico contemporáneo. Por un momento pensó estar viviendo en el castillo del legendario Conde Drácula.

Optó por un vestido largo de tela abrigada, color blanco. Era momento de aportar algo de luz ante tanta oscuridad arquitectónica.

Su cabello descansaba encima de sus hombros. Cualquiera que lo analizara pensaría que se lo teñía, pero gracias a la genética de su madre, había heredado un tono capilar negro brillante.

Afloró de su dormitorio, el cual quedaba en la tercera planta. El cuarto nivel sería el último piso, el que estaba prohibido. Observó las escaleras que daban a su ascenso, y ambicionó curiosear por un momento, pero suprimió tales deseos.

Nuevamente, albergó ese frío chocante que se apoderaba de ella como una ráfaga de viento helado. Colocó sus antebrazos alrededor de su cintura, no sin antes, notar que Kilian Black descendía por las escaleras del piso prohibido.

¿Sería ahí donde estaría su habitación?

Ella, aún detenida en el corredor, esperó que él siguiera su paso. Al transitar por su lado, no se limitó si quiera a saludarla, pero estaba claro que la cortesía no era parte de él. Cuando Indara pensó que se libraría de su presencia, Kilian Black detuvo su caminar.

Ella aprovechó ese instante para detallar esa robusta espalda cubierta por una chaqueta larga color negro, era un auténtico gigante en comparación con el menudo cuerpo de ella.

Kilian, torciendo su cuello ligeramente, decidió darse la vuelta para detenerse frente a ella. Arrugó su entrecejo, sin dejar de observar las pupilas que adornaban el iris negro de la doctora.

—Señorita... ¿Dickinson? —Suspiró frustrado—. ¿Usa usted algún tipo de perfume?

Ella, sorprendida ante tal cuestionamiento, se limitó solo a encoger sus cejas como signo de contrariedad.

—Señor Black, ¿a qué viene esa pregunta?

Kilian Black no comprendía por qué ese aroma le revolvía tanto los sentidos, como un detonante de bajos instintos.

—Siempre que estoy cerca suyo noto un olor excesivamente fuerte, como si se hubiera vaciado todo el frasco de perfume encima.

Definitivamente, ese hombre no tenía ninguna pizca de decencia o cordialidad. Su forma de ser conjugaba a la perfección con su talante salvaje y enigmático. Parecía el guardián temible de un castillo embrujado.

—Señor Black —rió sarcásticamente—, ¿le hace esa pregunta a todos sus huéspedes?

Kilian no soportaba su forma ironizante de hablar, ni ese vestido blanco en su mundo oscuro. Solo quería que no ofuscase su tranquilidad y que dejara de aplicarse ese perfume que perturbaba su olfato.

—Limitase a contestar, señorita Dickinson. ¿Usa o no usa perfume? Porque si es así, es de muy mal gusto que se vacíe el frasco completo encima.

Indara le resultaba sorprendente que la voz de Kilian Black fuese tan sensual y desagradable a la vez. Por un momento, anheló golpearlo en su mandíbula cínica, pero con lo fuerte que era probablemente ella se rompería los nudillos.

—¿Ahora pretende darme una clase de etiqueta?

—Le dejaré algo claro, señorita Dickinson. Su presencia me incomoda. Así que a la lista de reglas súmele no usar ese perfume asfixiante, al menos no en mi presencia.

El aliento de Indara comenzaba a cortarse y recordó los ejercicios de respiración que le había enseñado su madre para controlar sus ataques de mal genio, pues eso sí era un hecho, cuando explotaba, acababa con todo a su alrededor.

—Yo también le dejaré algo claro, señor Black. Es usted la persona más arrogante que he conocido. —Apretó sus puños para evitar perder el control—. Usted combina muy bien con este pueblo, ambos son desagradables. Si no quiere oler mi perfume, sencillamente manténgase alejado de mí.

Cada vez que Indara pronunciaba una palabra, acrecentaba la fascinación que le causaba a Kilian. Él tenía sus sentidos súper desarrollados. No necesitó observar las manos de la doctora para saber que sus puños estaban astringidos, que su respiración se convertía en un desastre, y que ese corazón que habitaba en su pequeño pecho latió con más frenesí.

—Debe aprender a controlarse, señorita. —Se acercó a ella como un leopardo frente a una gacela—. Su corazón está latiendo con mucha fuerza. Relaje sus pulmones para que la sangre tome su cauce.

Kilian Black parecía conocer lo que dentro de su organismo ocurría, pero, ¿cómo era posible eso? Quiso dar un paso en reversa, pero su cerebro se lo impidió. Como si su inconsciente le indicase que él olfatearía su miedo.

—¿P-Por qué dice esas cosas?

Si Kilian Black persistía un segundo más cerca de la fragancia que desprendía el cuerpo de la doctora, no podría controlarse. Sus instintos lo dominarían, produciendo un desastre, porque ella olía de una manera condenadamente irresistible.

Un aroma a lujuria y excitación.

—Solo asegúrese de no aplicarse ese perfume nuevamente o aténgase a las consecuencias.

Dicho esto se marchó con el caminar que lo caracterizaba. Indara no podía procesar lo que ese hombre le causaba. Todo en él era surrealista. Su tez extremadamente blanca, esos labios rollizos, y esas venas de sus manos que parecían reventar.

Podría tener treinta años, quizás más. ¿Cómo alguien tan joven era tan amargado?

Lo más irónico de todo es que ella era alérgica al perfume, su piel se irritaba debido a uno de los componentes que tenía.

¿Qué olía en ella entonces? Si solo resguardaba el olor natural que emanaba de sus poros.

O peor aún, ¿de qué consecuencias hablaba?

¿La expulsaría del hotel por algo tan absurdo?

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N/A:

Bueeno. Comenten sus teorías. Nuestro Kilian es muy misterio.

¡Veremos qué pasa!

Voten, comenten.

Con misterio,

D.B.

El Depredador de Sallow Hill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora