6."Te quiero toda para mí"

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Lucecita, ¿ya te olvidaste de mí?

¿Esa voz?

Lucecitaaa... aquí estoy.

¿Quién era? ¿De dónde provenían esas palabras?

No podrás escapar, te llevaré conmigo.

Indara estaba durmiendo, pero no era un sueño placentero. Una extraña voz había irrumpido su estado de inconciencia. ¿Era una pesadilla? Su respiración se aceleraba, al igual que el flujo sanguíneo. Kilian observaba desde la penumbra, como ese delgado cuerpo yacía sobre su colchón. Después del baño había logrado bajar su fiebre, pero algo estaba mal con ella.

—N-No... ¿quién eres? —pronunció débilmente manteniendo sus ojos cerrados.

Te raptaré hasta mi mundo, no podrás escapar.

Kilian olió su desesperación, era momento de actuar.

—Doctora, despierte está teniendo una pesadilla.

Indara quería despertar, pero algo no la dejaba.

Cuando el sol se oculte sin previo aviso, estaré esperándote.

—¡No! —vociferó, separando su espalda del colchón. Su cuerpo transpiraba hasta adherirle el cabello a su frente.

Kilian guardó distancias, aunque le carcomía la necesidad de saber qué fue lo que soñó la doctora para dejarla en ese estado tan vulnerable.

—Señorita, ¿se encuentra bien?

Ella estaba conmocionada, no entendía de donde procedieron las palabras en su mente y tampoco cuál era su significado.

—E-Es que alguien me habló, n-no sé... ¿No lo escuchó?

—¿Escuchar qué?

—Esa voz, l-lo que me dijo.

Kilian dedujo que la doctora había alucinado a causa del proceso febril que tuvo. Un silencio sepulcral impregnó el aire. Fue en ese momento que Indara notó que no estaba en su habitación, y que tampoco llevaba su ropa femenina. Una camiseta extra grande cubría su piel, de color negro, como si fuese el sello identificador de su dueño.

—Seguramente deliró a causa de la fiebre.

—¿D-Dónde estoy? ¿Y qué ropas son estas? —Olvidó el suceso ocurrido y se concentró en algo más importante—. ¡¿Qué me hizo?! ¿Por qué no estoy en mi habitación? ¿Cómo llegué hasta aquí?

La señorita Dickinson saltó rápidamente afuera de la cama, sin importar la helada temperatura al tocar el suelo con sus pies descalzos. Kilian frotó sus sienes ante tanta alteración innecesaria.

—¿Por qué mejor no se calma?

—¡No me pida calma! Espere... —Indara sintió que solo llevaba su ropa interior bajo aquella franela—. ¿Quién me cambió la ropa? ¿Acaso usted...

—Si lo que está intentando preguntar es que si mis ojos vieron lo que está bajo esa camiseta, la respuesta es sí.

Las mejillas de Indara se inundaron de un calor notable, originado por la vergüenza y la confusión.

—¿Y lo dice así tan tranquilo?

—¿Por qué debería estar alterado? No es el primer cuerpo femenino que veo.

—¡Pero sí la primera vez que ve el mío!

Él rió ante la reacción avergonzada de la doctora, había olvidado como se sentía presenciar ese tipo de emociones.

El Depredador de Sallow Hill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora