5."No me genera ningún deseo"

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Algo raro había sucedido.

Indara estaba despertando de su estado de inconciencia, aturdida y con un terrible dolor de cabeza. Su espalda se hallaba sobre la superficie incómoda del suelo boscoso. ¿Qué había pasado?

Logró abrir sus párpados completamente, adaptándose al ambiente. Permanecía en el mismo sitio donde tuvo su último recuerdo, aunque con la diferencia de que ya había oscurecido completamente.

¡Oh, por dios! ¿Cuántas horas estuvo desmayada?

Una voz interrumpió sus pensamientos:

Mi nombre es Seth.

¿Quién era ese hombre de ojos ámbar?

Su confusión aumentó, no tenía idea si fue real o solo una ilusión. Ella había perdido la razón cuando lo observó fijamente, después de eso, su mente estaba en blanco. Se levantó como pudo mientras se le hincaban piedritas en las palmas de sus manos.

Recordó a Kilian, ese arrogante la había dejado sola. Sallow Hill era demasiado peligroso para un cuerpo tan pequeño como el de ella, y los rumores de un depredador suelto era una hipótesis mortal.

La doctora miró el cielo negro, sin una estrella adornándolo. Una gota de agua impactó contra su mejilla, llovería. Desorientada, de noche y rodeada de un bosque espeso.

—¡Ayuda! —Solo pudo vociferar.

•••

Kilian residía en su estudio, en el prohibido cuarto piso. Alzó su vista hacia la ventana y percibió un instantáneo diluvio, era normal que lloviese tan seguido en el pueblo. Suspiró y bebió su café. Decidió bajar al lobby, mientras atravesaba el pasillo observó la puerta de la habitación de la doctora, las luces estaban apagadas.

¿No estaba allí? Frunció su ceño y continuó su camino.

Raramente, el número de huéspedes había aumentado más que el mes anterior. Algunos leían libros, otros simplemente charlaban con sus acompañantes. Divisó a Will mirando fijamente a través de las ventanas principales, por más que quisiera no podía deshacerse de ese cabezotas.

—¿Qué miras, William? ¿Ahora te gusta observar la lluvia?

—La doctora aún no vuelve.

Una punzada yació en el estomagó de Kilian, se cuestionaba el porqué la señorita Dickinson no había regresado, habían transcurrido más de cinco horas desde que la dejó en el bosque.

—¿No ha vuelto? —Will negó—. ¿Por qué te preocupas tanto por ella?

—Ella no merece un destino como este. Nadie lo merece, señor Black.

—Fue su decisión mudarse a este pueblo, nadie la obligó.

—¿Por qué la odia tanto? ¿Es por la profe—

—Shh. Te prohíbo que hables de esa maldita profecía.

—¿Tema que pueda ser real o teme que ella sea la elegida?

—Esa profecía es una falsa, una vil mentira que se inventó esa bruja de Yzma. —Kilian rechazaba tales ideas—. La doctora no es ninguna elegida, deja de decir sandeces, William.

Kilian negaba esa posibilidad, quería creer que esa profecía era especulaciones banales de una bruja en decadencia, aunque cierta parte de él tuvo dudas cuando observó por primera vez los ojos de Indara, había mucha luz en ellos. Si bien era cierto existía algo más que le martillaba sus sentidos, ella podría estar en peligro por su culpa.

El Depredador de Sallow Hill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora