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Habían pasado meses desde la muerte de Cedric Diggory, el mundo mágico había caído en una pelea verbal, basada en creencias y alianzas, o creías en el regreso de Lord Voldemort o Harry Potter era un chico desesperado por atención.

El ministro de magia se negaba a aceptar estas acusaciones, la paz había rondado por el mundo mágico desde hace años y se negaba a creerle al chico de cabello azabache.

Harry Potter soñaba con él, tenía pesadillas con su rostro, gritaba su nombre y cuando despertaba cubierto de su propio sudor y lágrimas, se daba cuenta que estaba a salvo, al menos por ahora. Sí había algo peor que soñar con la muerte de Cedric todos los días, era no poder quitarse los ojos azul cristal de Leash de la mente.

El grito de ella sufriendo y la sangre correr por su brazo lo acompañaban cada vez que cerraba los ojos, incluso si era para parpadear. En un año aquella chica le había mostrado lealtad, cariño, comprensión y amistad, su pérdida le había dolido a una intensidad que le impedía estar tranquilo, pensando si podría haber hecho más por los dos.

Fred Weasley se negaba a decirle a alguien que verla partir no había sido difícil, pero ver que no regresó, eso fue lo que le impidió dormir todas las vacaciones. El constante golpeteo de su cabeza lo torturaban, pensaba en todos los momentos que podía haberlo hecho, pero los momentos habían pasado, el tiempo se había ido. Ella se había ido.

Las cosas en casa de Draco Malfoy no eran mejor, se la pasaba encerrado en su cuarto o en la biblioteca de su casa, buscando algo, lo que fuera, cualquier cosa que le pudiera explicar dónde estaba o quién era ella o cómo podía encontrarla.

Su padre se negaba a responder sus preguntas, se la pasaba fuera de casa, atendiendo asuntos de mínima importancia para Draco, si no le ayudaba a encontrar a Leash, entonces no le importaba. Por otro lado, su madre lo evitaba, cada vez que él mencionaba el nombre de Leash, su madre se ponía nerviosa, intentaba cambiar el tema o simplemente se retiraba del cuarto.

Draco se sentía tremendamente inútil, no había podido hacer nada para detenerla y no podía hacer nada para recuperarla, se sentía frustrado y desesperado, estaba en necesidad de respuesta, tanto que pensó contactar a Potter o incluso a Weasley, esperando conseguir respuestas, pero jamás se atrevió.

En cierta forma, Draco se sentía perdido, confundido y a cierto punto, cansado. todo el año pasado, se la paso convenciendo a Leash que su pasado no significaba nada para él, pero era más que obvio que para ella, lo significaba todo. Draco quiso ignorarlo todo y dejar que ella empezara desde cero, pero la verdad era que Draco ni siquiera sabía quién era su novia, había tanto que le ocultaba, que Draco ya no sabía qué creer.

Sabía que si lograba de alguna forma, traerla de regreso, debían hablar seriamente sobre todo esto.


-¿Tienes frío abuela?- preguntó Neville acercándose a la anciana que ya estaba arropada en su cama.

Augusta negó con su cabeza, ella siempre había sido un poco severa con Neville y no había día que no le corrigiera sobre algo, sin embargo, desde que los rumores de Voldemort habían surgido, hasta ella había cambiado su actitud, se le notaba preocupada.

Neville se acercó a ella y le plantó un beso en la frente, ella quiso ocultar su sonrisa pero se mostró en sus ojos que apreciaba tenerlo cerca.

-Descansa- le susurró Neville separándose, apagó la luz del cuarto y cerró la puerta detrás de él.

Neville Longbottom vivía con su abuela desde que tenía memoria, después de que Bellatrix Lestrange torturara a sus padres hasta la demencia, su abuela, Augusta, lo había criado. Por supuesto que él no era el nieto que ella quería, era una maga poderosa que esperaba que su nieto fuera un líder, un guerrero, pero, Neville no lo era.

Él siempre dudo de la decisión del sombrero seleccionado. ¿Gryffindor? Neville seguía sin creer que eso fuera cierto, toda su vida se sintió excluido, insignificante, la última opción de la gente, sentía que no lo valía.

Pero todo eso había cambiado cuando conoció a Leash, le tenía miedo, le aterraba esa chica, pero cuando ella lo defendió en clase, cambió su pensar de ella, aún más cuando se acercó a hablar con él después. Ella le había mostrado su lado dulce y cálido, Leash era increíble, era inteligente, bonita, dominante, tenaz y hábil en todo lo que se proponía, no entendía por que ella se había interesado en él.

Leash Salazar fue la primera persona que lo vio, más allá de la historia de sus padres, más allá de su cobardía y timidez, ella lo vio como alguien que valía la pena, y eso Neville aún no lo entendía.

La extrañaba cada segundo del día, habían creado una relación tan cercana en tan poco tiempo, ella le contó de su familia, de su pasado, sus heridas y sacrificios, y él se abrió a ella con sus temores, sus padres y sus errores. A veces se sentía culpable de haber podido hacer nada para ayudarla, pero al mismo tiempo, no creía que pudiera haber ayudado.

Estaba en el primer piso, terminando limpiar lo que habían usado para cenar, él se había hecho responsable casi toda su vida de aquella casa y de su abuela, no le molestaba, él amaba a su abuela. Acababa de terminar de lavar los platos y se secó las manos en sus pantalones, observando a través de la ventana de la cocina.

El mundo estaba cambiando, la muerte de Cedric y la desaparición de Leash detonaron una época oscura, y todos lo podían sentir, la cuestión era ¿Que harían al respecto?

Neville suspiró fuertemente, cerrando los ojos, dejándose relajar por unos segundos, la verdad era que tenía miedo, miedo de lo que venía y de no poder hacer algo al respecto. Miedo de nunca volver a verla.

La puerta principal se cerró con fuerza haciéndolo saltar, se dió la vuelta rápidamente pero con los focos apagados, casi no podía ver.

-¿Abuela?- preguntó Neville con esperanzas de que su abuela hubiera olvidado algo en el patio o algo así

Pero no hubo respuesta. Neville sacó su varita del bolsillo de su pantalón, su mano temblaba pero aún así, caminó lentamente hacía el sonido.

-Lumos- susurró

La punta de su varita se iluminó, dándole un radio de vista pequeño, pero suficiente para dejarle ver donde estaba el interruptor de luz, con su mano izquierda estiró el brazo y prendió los focos.

La luz cayó en la casa y sólo en ese momento pudo ver el rostro ensangrentado de la chica.

-Hola plantita- dijo Leash con una sonrisa cansada, sosteniéndose el brazo brazo izquierdo con fuerza

Y sin más, se desmayó en el piso de su cocina.

No me dejes -2 (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora