Adiós

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Un mes después.
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Narra Camus
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Había transcurrido un mes desde lo ocurrido en el santuario, este se había reconstruido solo gracias al cosmos de Athena, pero en ningún momento pudimos encontrar a Milo. Lo cual me preocupo mucho más de lo que ya estaba, sabía que mis manzanitas estaban vivas en algún lugar, la pregunta que me atormentaba era. ¿Dónde?, ¿Dónde estaban?, ¿Habrá Sido un niño, una niña?, ¿Estarán bien?, ¿No los estarán lastimando?. Todas esas preguntas me atormentaban día a día... Cada maldito segundo que pasaba.

- ¿Por qué? - pregunte cayendo de rodillas al suelo - ¡¿Por qué?! - grite mientras golpee con mis puños el suelo - ¡¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?! - continue gritando con rabia mientras seguía golpeando mis puños hasta hacerlos sangrar, pero hubo alguien que me detuvo de seguir haciéndolo, tomando mi mano.

- ya basta Camus. Deja de estarte lastimando, ¿Creés que a Milo le gustaría verte así? - pregunto Dohko mientras me veía de forma desaprobatoria.

- ellos deben de estar molestos conmigo, y no los culpó. ¡¿Por qué soy tan débil Dohko?! - le pregunté comenzando a llorar, él por su parte me abrazo.

- tú no eres débil Camus. Lo que pasó aquí no fue culpa tuya, ¿Entiendes?, Nada de lo que sucedió lo es y nunca lo será, ahora te pido que te calmes así no podrás hacer mucho por Milo y tú bebé, ¿Ya? - me preguntó sosteniendo mi rostro entre sus manos.

- tienes razón Dohko, lo siento - me disculpé mientras inútilmente limpiaba mis lágrimas. Él por su parte paso suavemente sus dedos por mi rostro para después besar mi frente.

- tranquilo los dos están bien. Alguien se los llevo y nosotros vamos a encontrar los pero para eso necesitamos estar calmados, ser fuertes y sobretodo calmados, ¿Si? - me preguntó a lo que yo más calmado asentí.

- ¡Dohko! - llamo el patriarca desde la puerta de mi casa.

- ¿Que sucede? - pregunto él mientras me ayudaba a ponerme de pie. Él patriarca se acercó a nosotros para después hablarme.

- tranquilo Camus. Ellos están bien, puedo sentir su cosmos no muy lejos de aquí - me reveló.

- ¿Está hablando en serio? - pregunte con esperanza.

- si, parece que está un poco alejado del santuario. Aiacos lo localizó hace pocas horas y me envió a decírtelo para que te calmes si no quieres que te golpeé - me dijo mientras yo por mí parte me reí.

Aiacos, es decir mi cuñado, había venido hace como tres semanas después de que se enteró de lo ocurrido y se puso manos a la obra con los demás jueces para poder encontrar a Milo. Aún se me hacía raro que espectros y caballeros dorados se unieran por un objetivo común.

Con Milo.
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Milo por su parte amecia a su bebita en sus brazos, la pequeña poseía un cabello violeta ondulado como el suyo, su piel era blanca y sus ojos parecían dos rubíes brillantes.

- eres tan tranquila mí pequeña Eir, hm... Tú padre te puso un nombre muy curioso - le dijo a la bebé - por mi te hubiera puesto Irene suena casi igual - le dijo a la bebé que sonrió - ¿Te gusta más Irene? - pregunto mientras veía a su retoño sonreirle.

- no sé porque le preguntas éso, ella no sabe nada aún Milo - dijo mientras llevaba las bolsas a la cocina.

- hay... Pero tienes que admitir que si le pusiste un nombre bien raro Surt, la bebé es griega no es nórdica para que le pongas tus nombres raros - dijo mientras se iba a sentar en el sillón.

¿Milo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora