VI

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Fragmentado

Callum bebió de un sorbo todo el vino de su copa. Esa noche despejada y solitaria decidió cenar a solas en su dormitorio. La luz tenue de la lámpara de gas danzaba sobre su rostro sombrío por la tristeza, los rugidos del viento se colaban por el umbral abierto que daba al balcón. Las aves nocturnas se mantenían apacibles en las ramas de los árboles.

El rey hizo un ademan con la mano al sirviente que aguardaba cerca de la entrada.

—Dile a lady Freya que necesito de su compañía esta noche.

—Como ordene, majestad —el criado abrió las compuertas y al momento siguientes se cerraron con un gran estruendo.

Callum se sirvió otra copa y bebió, saboreó la mezcla dulce en sus labios como un delicioso néctar que ahogaba las penas que lo consumían. Desató los cordones del jubón y dejó que parte de su torso lanoso fuera acariciado por la brisa. Él se balanceó en las patas traseras de la silla y quiso olvidarse de la desdicha que le sacudía el pecho.

Entonces un aroma a rosas silvestre lo embriagó. Los agradables brazos de Freya le acariciaron los hombros, su rostro emergió a su lado con aquella sonrisa que lo enloquecía, el cabello rubio estaba suelto y su camisón dejaba al descubierto su delgada figura. Por un momento Callum disfrutó del calor de su piel con los ojos cerrados. Freya se sentó en su regazo.

—Otra vez esta triste, majestad —murmuró ella. Las puntas de sus dedos examinaron el rostro de él.

Callum abrió los ojos y contempló la mirada tímida de la mujer.

—Te necesito —dijo al tiempo que su mano bajaba por la espalda de Freya.

Ella le besó los labios y al momento siguiente una aflicción frenética se apoderó del rey. Pese al balcón abierto y la helada noche, el cuerpo desnudo de su amante fue suficiente para brindarle el calor que tanto le hacía falta. Entre jadeos y toqueteos, los espasmos sacudieron a Freya y de la garganta de Callum salió un gruñido ahogado.

Un momento. Fue solo durante un breve momento que sus hombros pesados perdieron la carga y el recuerdo de una reina perdida y un hijo fallecido abandonaron sus pensamientos.

Su amante cayó rendida en un parpadeo y él se sentó en el borde de la cama. En el fondo Callum añoraba que Freya fuera en realidad Evyanna, sin embargo, Callum no podía dejar a un lado lo hechizado que estaba por la hija mayor de los Alfotch, era hermosa y desprendía candidez, lo cual le hacía desearla más. Su majestad se sentía culpable por eso y tener a Cleissy recordándole que tomó a Freya tras los posteriores días del descenso de Evy, no era algo que lo tranquilizara.

Respiró hondo y se echó al lado de Freya. Por un largo rato miró el techo a la espera de perderse en sus sueños, mas Callum esperaba algo en esos instantes de silencio. Era un rey joven, tenía todo lo que quisiera, pero no se sentía del todo completo.

Callum se despertó de golpe. Soñó con voces profundas que le hablaban en una extraña lengua durante toda la noche y por un breve instante le pareció escuchar un rugido. Le dolía la cabeza y los parpados le pesaban. Se frotó los ojos hasta que su visión pudo despejarse y lo primero que vio fue a Freya observando un lienzo sin terminar encima del caballete.

El rey apartó las cortinas del costado de la cama. Una débil llama todavía ardía en la chimenea, la habitación seguía a oscuras pese a ser de día y Callum se fijó que una gran tormenta se asentaba sobre sus cabezas; el cielo oscuro rugía mientras que los fuertes aguaceros eran una cortina blanca que le impedía ver más allá del jardín.

Se colocó de vuelta los bombachos y caminó sin hacer ruido hasta la mujer. Freya se sobresaltó con las mejillas encendidas.

—Disculpe mi intromisión, majestad —bajó la cabeza con un arrebato de humillación—. Me desperté y mi curiosidad por su dormitorio fue mayor que mi obediencia.

Los hijos del Imperio: El reino caído #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora