XIII

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Perdidos

 A Cleissy le palpitaban los pies con extremo dolor. El aire de sus pulmones le quemaba las entrañas a medida que huían por el bosque. Las ramas con espina lastimaron sus brazos. Ella perdió la poca fuerza de sus piernas y cayó en un montón de rocas que hirieron su cuerpo. Aliona fue la siguiente en derribarse, su dama estaba conmocionada y solo corrió porque Cleissy la obligó a ello. La princesa quiso levantarse, pero ya sus extremidades no respondían; el ritual la debilitó.

Cleissy no vio nada en la oscuridad, así que buscó a ciegas la mano de Aliona, al encontrarla notó que se sacudía con violencia.

—Aliona, por favor. Hay que irnos.

No contestó, ni siquiera soltó un balbuceo. El aliento caliente de Nevado le golpeó la cara. Volvió a convertirse en zorro, pues su suave pelaje acariciaba la piel de Cleissy. Entonces, una luz cálida nació de él. La muchacha lo contempló perpleja, puesto que nunca esperó que, además de transformarse en personas, pudiera ser una clase de lámpara viviente. Cleissy rompió la manga de su camisón y cubrió la herida de Aliona. «Espero que eso detenga la hemorragia».

El crujir de hojas la alarmó. La luz de Nevado se desvaneció y una silueta negra se agachó en frente de la princesa. Una mano agarró con delicadeza su mejilla, un tacto tranquilizador y en eso momento supo que estaría a salvo. Allen se alejó de su lado y Aliona chilló histérica cuando él la obligó a sentarse encima de lo Cleissy supuso era Dante. Después vino por ella y la cargó en sus brazos.

Ella despertó horas más tarde dentro de una cueva húmeda con un intenso olor a raíces y tierra mojada. Aliona continuaba dormida a su lado y Nevado estaba recostado cerca de la salida, un vigilante a la espera de que un intruso se acercara. Aunque seguía débil, logró ponerse de pie y caminar. Todavía era de noche. Cleissy miró hacia atrás, donde la oscuridad escondía a Aliona.

—Cuida Aliona en mi ausencia, iré a dar un vistazo a los alrededores.

Nevado movió las colas en señal de afirmación y se adentró en la cueva. Tal vez era una locura o estaba siendo lo suficientemente estúpida para embarcarse en una aventura nocturna, sin embargo, se dio cuenta de que el lugar donde estaban era muy callado; Cleissy no escuchó grillos ni aves nocturnas, solo el fuerte susurro de la brisa.

La luna llena se abrió paso entre las nubes y el silencioso bosque fue bañado con su luz plateada, el aire de la noche envolvió su cuerpo. La muchacha se percató de que estaba en un cementerio de casas. Los rayos perforaban las paredes rotas y algunas sombras definieron el contorno de aquellos edificios destrozados, los escombros se dispersaban por doquier, la maleza había crecido a niveles exorbitantes y a medida que el viento soplaba el lugar parecía estremecerse, como si intentara gritar los secretos que escondían aquella extraña tierra. Ella caminó un poco más. El paisaje estaba salpicado por cabañas quemadas y campos de cenizas. Cleissy pisó algo deforme y en cuando bajó la mirada vio huesos.

La princesa dio pasos hacia atrás y, gracias a ello, tropezó con una enorme roca y cayó. Cleissy miró atónita al lugar donde se encontraban los huesos y trató de tranquilizarme. Tenía que buscar ayuda para Aliona, su herida debía tratarse correctamente. Gotas gruesas de sudor frío bajaron por su nuca. El cuerpo le temblaba. Algo en este pueblo le causaba mala espina.

—¡Sigan adelante!

Ella giró la cabeza rápidamente, a tal grado que sintió un fuerte tirón en el cuello. A su espalda oyó, entre los susurros del viento, la voz de su padre. Sin embargo, no había nada, solo escombros y oscuridad.

Su oído volvió a ser atacado, pero esta vez por el choque de espadas y gritos desesperados. Cleissy corrió hasta llegar a un claro de la ciudad. Advirtió en un viejo mercado: las lonas estaban rotas, las mesas provisionales hechas añicos. El relinche de un caballo la sobresaltó, se dio vuelta con la esperanza de encontrar a alguien; pero se vio trasportada en un entorno totalmente distinto al que se encontraba hacía un instante. ¡El pueblo se encontraba hecho un caos!, había columnas de llamas que se asemejaban al mismo infierno, los soldados del ejército Darkhirano se desplegaban como verdugos en busca de condenados que tiñeran sus espadas de sangre.

Los hijos del Imperio: El reino caído #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora