11. Fuertes revelaciones y lindos comienzos

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Cuando me despierto estoy peor que nunca, me duele cada articulación del cuerpo, cada músculo, mi cabeza retumba de dolor y siento la mandíbula hinchada.

Y me sorprendo cuando descubro que estoy en mi cuatro, bajo las suaves sábanas de mi cómoda cama, con mi confortable pijama de gatito y unos delgados calcetines morados en mis pies. ¿Quién me metió aquí? ¿Quién me cambió de ropa?

Me estiro un poco pero lo único que consigo es que me truenen los huesos y me duela aún más el cuerpo.

—No deberías ir a fiestas tan seguido, Chris —murmura una voz de hombre. Austin.

Como puedo me siento en la cama y lo veo sentado en uno de los sitiales de mi cuarto. Tiene su tobillo izquierdo apoyado en la rodilla derecha, está sosteniendo en sus manos una taza de té que revuelve con una cucharita provocando un agradable tintineo. Su rostro da miedo, de verdad, tiene la mejilla derecha morada e hinchada; sus labios rotos, aún con un poco de sangre en proceso de cicatrización; un corte en la ceja; y la nariz dislocada. Pero aun así sus ojos demuestran tranquilidad y un aire de estar sereno. ¿Fue él quién me desvistió? Que vergüenza.

—Ahora quiero que repitas después de mí, gatita: Gracias, Austin por arriesgar tu integridad para salvar mi vida anoche —dice lo último haciendo una mala imitación de mi voz.

—¿Perdón? —digo colocando un cojín bajo mi cabeza.

—Dime, Chris, ¿primera vez que te emborrachas? ¿Qué fue lo que tomaste y en qué cantidad?

—¿Ah?

—Perfecto. Con eso respondes mi primera pregunta. Ahora ¿bebiste cerveza, vino, vodka, ron, whisky, vino, champán, tequila, algún trago combinado o ninguna de las anteriores?

—¿Dónde está Alex?

—Alex está tratando de que tu madre no venga a tu cuarto. ¿Qué fue lo que bebiste, Christel?

—Sólo un par de cervezas, nada más. ¿Te puedes ir de mi habitación, por favor?

—No —se levanta del asiento y se sienta a mi lado, en la cama—. Bebe, hará que se te pase un poco el dolor de cabeza —me acerca su taza a la boca.

—¿Qué es esto?

—Té. Bébelo, Chris, no te va a hacer mal tomar té.

—Pero...

—Tranquila, no le puse veneno, ni drogas, ni nada malo, guapa. Solo dos terrones de azúcar para que le pongas un poco de dulzor a tu vida y no estés tan amargada.

—¡Oye! ¡Yo no soy una amargada! —protesto y me bebo el resto de su té que ya está a la mitad de la taza.

—Nop, no lo eres. De eso me di cuenta ayer.

O sea que Austin sí me vio en la fiesta, eso es bueno, creo.

—¿Qué?

—¿Te acuerdas de lo que hiciste o me dijiste ayer? —me sonríe y mete un mechón de mi pelo detrás de la oreja.

—Eh... Sí, claro, como no.

Tengo algunas imágenes en mi cabeza, imágenes muy borrosas y confusas. Recuerdo a mi bailando con ese chico, Zach. Después bebiamos más... Y después estaba Austin.

—Pues como no te acuerdas te cuento. Estabas borracha, besándote salivosamemte con Dorsey y ¡oh! ibas a consumir cocaína. Después te fui a sacar de allí, ¿pero que recibo a cambio? Un combate cuerpo a cuerpo con el hijo de puta ese, tú quedaste inconsciente porque sin querer te golpeé en en mentón, lo siento por eso. Después de tener varios minutos de golpear a Dorsey por fin lo pude controlar y llevarte al auto, ahí te despertaste y me comenzaste a hablar sobre lo rico que eran los pollos asados con kétchup y lo mucho que yo te gustaba, pero parece que no sabías que yo te estaba escuchando porque hablabas de mí en tercera persona.

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